P.:Alguna vez oí hablar a un escritor español, y me pareció que lo hizo con elegancia, bien y bonito. No es frecuente. Mayra Bueno, B/quilla.
R.: Usted plantea que hablar “elegante, bien y bonito” es insólito, cuando debe ser algo natural. Muchas personas, incluso las que cuentan con buen nivel de instrucción, con frecuencia se inquietan cuando un individuo maneja bien el lenguaje. Eso ocurre porque quizá no saben cómo hacerlo o no se atreven o han olvidado que es su deber intentarlo. Ahora, por ejemplo, si alguien dice “me fui de bruces” en lugar de decir “me caí”, eso ya es rebuscado, excéntrico y una pretensión de lucir refinado, cuando con ello solo se configura el exceso del lenguaje conocido como atildamiento (o afectación). Hablar bien es algo que a las personas sensibles, y a las que lo son un poco menos, les resulta feliz y extraordinario, pues se deleitan y deleitan a otros con la esgrima del lenguaje, es decir, con su movimiento continuamente danzante y victorioso.
P.: Imagino que la expresión “hay (o no hay) moros en la costa” se debe a un episodio de guerra entre España y Marruecos. Héctor Gómez R., B/quilla.
R.: Esta expresión alude a los moros o musulmanes, sobre todo a los naturales del norte de África, área muy cercana a España, tanto que el estrecho de Gibraltar tiene solo 14,4 km de ancho, esto es, 640 metros menos que la distancia en línea recta entre Barranquilla y Puerto Colombia, que es de 15,04 km (por carretera es de 19,02 km). Ante un trayecto tan corto, y frente a los ímpetus guerreros y avasallantes del islam, es lógico que el sur de España viviera en un estado de inquietud permanente, pues los moros acometían casi sin tregua. En un intento de asegurarse contra los ataques, los españoles, a lo largo de su costa mediterránea, levantaron una serie de miradores, desde los cuales los guardas, al atisbar la llegada de naves musulmanas, gritaban: “¡Hay moros en la costa!”, y entonces la población se alistaba para escapar o para enfrentarlos. Hoy la expresión se usa para sugerir cautela al hablar cuando está presente alguien indeseado o peligroso.
P.: ¿De dónde viene la palabra chambón? Víctor Pisciotti, Bogotá.
R.: Chambón viene de chamba y de -ón. Chamba, de origen incierto, significa chiripa, es decir, “suerte o casualidad favorables”; y -ón es un sufijo que sirve para formar sustantivos o adjetivos (canción, apagón, matón). Esto traduce que el sentido primigenio de chambón era chiripero, o el que por chiripa alcanzaba algo pese a su torpeza y a no estar capacitado para ello. Con el tiempo, se incorporó esta impericia al significado de chambón, y entonces el término cobró el sentido de persona “de escasa habilidad en el juego, caza o deportes; o poco hábil en cualquier arte o facultad”, como dice el diccionario académico. En consecuencia, chambón es quien hace con descuido o incompetencia su trabajo, y una chambonada es un trabajo hecho mal y sin esmero.
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