El Heraldo
Opinión

En modo inspiración

Concluyó la versión 2017 del Carnaval de las Artes dejándole a Barranquilla una invitación a retomar el modo que más le sienta y que más trabajo le cuesta sostener: el modo inspiración. Inspirada, Barranquilla manifiesta su perfil más exquisito, su carácter más vivaz, su espíritu más sublime y, sobre todo, su indomable disposición para el goce, el olvido y el perdón. En una ciudad acostumbrada a borrar de la memoria sus miserias –y las del mundo– durante el jolgorio del Carnaval, una especie de preludio reflexivo, como el Carnaval de las Artes, es definitivo para que ese desorden comunal sea motivo de inspiración a través de todo el año. Barranquilla ha sido un poco Cenicienta. Como hija relegada en un país que profesa un amor filial bastante sesgado, recurrió a sus atributos onanistas y se resguardó en un universo particular creando una realidad ficticia, paralela a la real, donde la originalidad puede alcanzar niveles extraordinarios; como a toda hija relegada, el torrente de emociones que rebulle en su interior la dotó con una intuición que ha nutrido genialmente a la sociedad pacata que los prejuicios colonialistas instauraron en el país; sin embargo, como a todo el que ha crecido sintiéndose relegado, el abatimiento, la postración, la desesperanza y la apatía la asedian constantemente.   

La reflexión como espectáculo es el lema con que los organizadores del Carnaval Internacional de las Artes han propuesto profundizar en la esencia de lo que es una catarsis colectiva, comoquiera que ella obre. Cuatro días de reflexión en torno a un festejo popular que subvierte los valores establecidos, cuatro días que parecen pocos si se piensa en el largo transitar de este evento hecho de tiempo al que le llamamos vida, marcado por una cotidianidad de violencia e injusticias. No obstante, es en esos cuatro días en que estamos alejados de la basura existencial, en los que ocurre el oportuno encuentro con el modo inspiración que es primordial en la aventura restauradora de goce, olvido y perdón que emprende anualmente Barranquilla. 

Una vez más, un abanico de creadores, músicos y poetas se sumaron a la fiesta de la reflexión que, por el cierre del Amira de la Rosa –las cosas del azar son caprichosas– pareció incorporarse un poco más a la ciudad. Yo no sé si mi percepción fue equivocada, pero en cuanto a lo musical, a esos espectáculos que esperan con avidez los barranquilleros, una grata sensación de libertad se percibió en el escenario del Parque Cultural; y, como creo que el mejor aprendizaje es aquel del que se nutren tanto maestros como alumnos, quizá se puedan considerar, de cara al futuro, espacios que, como este, son más coherentes con el inaprensible espíritu currambero. Por supuesto, es la percepción de una invitada. Quién sabe qué pensarán los excelentes anfitriones, aquellos que, malabareando tras bambalinas, consiguieron que la fiesta fuera un éxito.

berthicaramos@gmail.com

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