El Heraldo

Elogio de la dificultad

El pasado 17 de febrero se cumplieron los veinticinco años del fallecimiento del filósofo antioqueño Estanislao Zuleta, quien a temprana edad se retiró del colegio, porque no podía perder el tiempo, y se autoeducó como filósofo, siendo profesor de las mejores universidades del país. Hoy, con el credencialismo y el ceremonialismo que invade a las universidades, con sus sellos de acreditación, igual que los sellos de calidad de las mercancías, el profesor Zuleta no hubiese podido trabajar, pues carecía de los respectivos títulos.  Solo obtuvo el Doctor Honoris Causa de la Universidad del Valle en 1980, donde pronunció su famoso discurso ‘Elogio de la dificultad’. Vale la pena recordar sus palabras, ante la crisis institucional que padece hoy el país.

Los colombianos estamos estremecidos ante los niveles de corrupción que vive Colombia en todas sus esferas. Ya hasta las altas cortes, bastiones últimos de lo respetable en la nación, han caído en el total descrédito. No se salva nadie, ni ellas ni los tribunales inferiores, ni el sector privado, ni las mismas universidades. El caso de las comisiones que zumban en nuestras cortes, los carteles que empresas diversas han formado para manipular precios, el asalto a los ahorros de los ciudadanos por parte de ‘respetables’ firmas de inversión, universidades privadas saqueadas impunemente, y parques depredados escandalosamente ante nuestras narices, a pesar de tantas leyes y códigos ambientales, como lo que sucede en la Ciénaga vecina, pueden llevarnos a la desesperanza, al “apague y vámonos”.

Hace 25 años Zuleta nos invitó a despojarnos de ese sentimiento de impotencia en este famoso ensayo. No hay sociedades perfectas ni profetas infalibles. No podemos caer en el escepticismo, pues “A la desidealización, sucede el arribismo individualista, que además piensa que ha superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior” (E. Zuleta). Mucho de lo que nos pasa tiene que ver con la dominancia de un afán pecuniario en todas las esferas de la sociedad, donde lo único que interesa es consumir y ostentar. En la economía globalizada solo importa tener éxito económico y acumular lo más que se pueda, para después ostentar un consumo conspicuo, como lo señala Veblen. Se dice que en las jóvenes élites de Colombia ya no se habla de la finca o el apartamento en Cartagena, sino de yates y apartamentos en Nueva York. En esta lógica de mercado todo se vale y el fin justifica los medios. Y si se nos predica que el Derecho nada tiene que ver con la ética, lo cual en un rigor disciplinario estrecho es cierto, se deja de lado que la ética es la base de todas las profesiones humanas, incluidos los abogados. Zuleta nos invita a ser libres, a no entregarnos a ningún amo que nos resuelva los problemas, a pensar por nosotros mismos, a entender que la vida es precisamente esa lucha constante por llevar a cabo los sueños, los cuales no se reducen a amontonar dinero. Por lo contrario, nos convoca a “un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad” (E. Zuleta). 

jparadac@uninorte.edu.co

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