El anuncio del Eln y del Frente Libardo Mora Toro, más conocidos como los “Pelusos”, de dar inicio a un paro armado, nos hizo sentir a los colombianos que regresábamos a las épocas más oscuras del conflicto, a la Colombia sitiada por las guerrillas y los paramilitares.
Si bien los principales indicadores de violencia han registrado una disminución significativa en términos de secuestros, reclutamiento forzado y desplazamiento, no quiere decir que la seguridad vaya por buen camino: la Colombia del 2020 es más insegura que la Colombia de hace 3 años.
Existen tres variables a considerar. Primero, la descentralización del conflicto armado. Históricamente existían organizaciones que se caracterizaban por tener un mando control y comunicaciones unificadas, su estructura era piramidal jerárquica y reunían a nivel nacional un gran número de unidades que respondían a un único mando.
Hoy los armados ilegales se caracterizan por contar con un número limitado de combatientes, descentralizar sus mandos y finanzas y operar con una teoría de guerra que no prioriza la cultura campamentaria ni los grandes números de tropa, sino que privilegia las unidades tácticas de combate. Estructuras pequeñas y flexibles que se pueden mimetizar fácilmente en medio de la población civil.
Segundo, la eliminación de una base ideológico-política como móvil de acciones beligerantes. Actualmente estos grupos no buscan alcanzar el poder político por la vía de las armas como sostenía el discurso de las viejas guerrillas, sino que se disputan el control de los portafolios de economía ilegal como cultivos, laboratorios y rutas del narcotráfico, minería ilegal, tráfico de armas pesadas en zonas rurales y armas cortas y ligeras en el mercado urbano, tráfico ilegal de combustible y hasta tráfico de personas a partir del fenómeno de migrantes venezolanos.
Y tercero, el cambio de estrategia de control territorial. Ya no buscan ejercer un control territorial con el objetivo de llegar al centro del país y desconectar a las grandes capitales, estrategia de las Farc del 98. Hoy todos los grupos armados ilegales se disputan las zonas de frontera donde está el grueso de las economías ilegales.
Las acciones que se desarrollaron fundamentalmente en el Catatumbo se dieron en medio de una gran guerra entre el ELN y el Frente Libardo Mora Toro. A esa disputa se han sumado las disidencias del frente 33 de las Farc que estarían apoyando al Eln y, por otra parte, el Clan del Golfo junto con dos estructuras venezolanas conocidas como La Línea y La Frontera que han entrado a apoyar a los “Pelusos”. Todos se mueven con total impunidad apoyados por la corrupción de la Guardia Nacional Venezolana.
Es el inicio de una nueva espiral de violencia en Colombia, con nuevas organizaciones, formas de operar y mercados de economía ilegal, pero con la misma población civil en medio del fuego cruzado como constante. Si el Estado sigue sin llegar a estos territorios, estas comunidades seguirán secuestradas por la vorágine de la violencia.
*Director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz.
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