Desde que se creó la figura de la Vicepresidencia de la República en 1991, han pasado por ese cargo siete vicepresidentes sin poder ejercer la función para la cual fue creado su cargo. Las veces que los primeros mandatarios han salido del país o se han ausentado de su puesto por alguna incapacidad médica, han sido reemplazados por el ministro de su confianza y no por su vicepresidente.
Que yo recuerde, nunca vi encargado de las funciones presidenciales a Humberto De la Calle, Carlos Lemos Simmonds, Gustavo Bell, Francisco Santos, Angelino Garzón, Germán Vargas Lleras y tampoco al exgeneral Óscar Naranjo. Cuando votamos para elegir a un presidente de la República también lo hacemos para elegir al vicepresidente, pero resulta que cuando el presidente se ausenta quien toma las riendas del país como ministro delegatario es un funcionario público de su confianza, por el cual nadie votó.
Esta situación motivó a varios congresistas a plantear una reforma constitucional para suprimir la figura del vicepresidente de la República y dejar al Congreso con la facultad para elegir al designado como reemplazo del presidente en caso de faltas temporales o absolutas, y de paso ahorrarle al Estado un alto gasto en burocracia. A diferencia del vicepresidente, el designado no tiene remuneración alguna ni gastos de funcionamiento.
Como la iniciativa parlamentaria se hundió porque fue vista por muchos congresistas como una retaliación del presidente Santos contra su vicepresidente Angelino Garzón por los constantes cuestionamientos que este le hacía a sus improvisadas políticas públicas, optaron por asignarle al nuevo vicepresidente (vía decreto) algunas tareas de coordinación, distribución y ejecución de la mermelada, de la puesta en marcha del posconflicto y la sustitución de cultivos ilícitos. Imagínese, el director de una orquesta sinfónica, con batuta, pero sin partitura. Son una especie de ordenadores del gasto, pero sin responsabilidad fiscal, disciplinaria ni política.
El vicepresidente de la República debería ser el mejor consejero del presidente. El Pepe Grillo –que al igual que a Pinocho– lo aleje de las decisiones erradas y lo alerte de las situaciones difíciles que se pueden venir encima. Debe ser el gerente de Gobierno, un armador que, desde Palacio, ponga a los ministros como el país los quiere ver, ejecutando con eficiencia y transparencia los recursos públicos y los programas del Gobierno en materia de desarrollo económico y social.
Sin demeritar las calidades de los demás candidatos a la Vicepresidencia de la República, pienso que Marta Lucía Ramírez es quien tiene el mejor perfil, la mayor experiencia y el más alto conocimiento para cumplir con estas tareas.
En el tintero: en Semana Santa tomé la decisión de eliminar las redes sociales (Twitter, Facebook e Instagram), dejar de escuchar noticias por la mañana y ver un noticiero de televisión por la noche. Resultados en un mes. Dos kilos menos de peso, siete horas de sueño seguidas, mejor genio y más rendimiento en el trabajo.
Consultor en financiamiento agropecuario
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