En Colombia estamos asistiendo a una masacre, cualquier intento de negarlo es actuar con discreta complicidad por omisión. No es difícil darse cuenta de lo que está pasando, uno ya se confunde, no tiene claro si el muerto de hoy es el mismo de anoche o si es otro. Casi siempre es otro. Ya uno tiene que hacer una lista, ya algunos han hecho un mapa, siempre se queda gente por fuera. Ahora el listado de los muertos hay que actualizarlo todos los días, ahora otra vez la geografía se tiñe de sangre, ¿Ahora dónde?, ¿Ahora quién?, ¿Es el que mataron anoche o es uno nuevo? No alcanza uno a memorizar el nombre del que acaba de caer, cuando hay otro asesinado. 

La firma de los acuerdos de paz generó una arremetida contra los líderes sociales de cara a un gobierno ambivalente incapaz de ofrecer las garantías necesarias. La Fiscalía parece una institución de otro país, de un mundo distópico, no saben nada, no dicen nada, no judicializan a nadie. La última erudición del Fiscal General señala que los “líderes sociales están siendo asesinados donde operan redes de narcotráfico”, ya el Ministro de Defensa había dicho que se trataban de líos de falda. 

Vuelve a inquietar la idea de la complicidad estatal, la paquidermia, las respuestas absurdas. Vuelve a sentirse la desconfianza en los organismos de seguridad por no saber quién es quién, por carecer de certezas.

Los muertos son integrantes de mesa de víctimas, militantes de partidos políticos de izquierda, sindicalistas, líderes campesinos, representantes de juntas de acción comunal, miembros de consejos comunitarios de pueblos negros, líderes reclamantes de tierras y testigos de restitución, dirigentes sociales de la Cumbre Agraria, autoridades de pueblos indígenas, miembros de organizaciones afro, líderes del paro cívico de Chocó y Buenaventura, líderes campesinos del Catatumbo, líderes de sustitución de cultivos ilícitos, miembros de cooperativas de mineros, miembros de la guardia indígena, defensores del medio ambiente, integrantes de asociaciones de comunidades afectadas por macro proyectos, defensores de derechos humanos y líderes de campaña de Colombia Humana.

Cuando uno mira quiénes son los amenazados y los asesinados, sabe qué proyecto representan los que accionan las armas. Eso es más que narcotráfico, señor Fiscal. Mucho más que líos de falda, señor Ministro de Defensa. 

El viernes pasado, el mismo día de las masivas movilizaciones en contra de los asesinatos de líderes sociales, mataron a tres más en Ituango (Antioquia), Chaparral (Tolima) y Cartagena del Chairá (Caquetá). En Mocoa, la joven que convocó al plantón, recibió una llamada en la que le dicen que le van a llenar la boca de plomo. Estas amenazas y asesinatos selectivos han aumentado vertiginosamente después de los resultados de las elecciones del 17 de junio, la imagen del cantante de vallenato diciendo “Viva la tierra paramilitar” parece querer ser parte –nuevamente– de la letra de nuestro himno nacional. 

@ayolaclaudia 
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