Mucha gente piensa que es inconsecuente que el presidente Duque haya nombrado a Alejandro Ordóñez como embajador ante la OEA, que es un desatino propio de la inmadurez política del primer mandatario y que revela un entusiasmo pueril por premiar el respaldo que ha recibido del ex procurador. Para nadie es un secreto que algunas embajadas –las más apetecidas– han sido moneda de cambio para devolver favores dentro de los gobiernos.
La primera decisión para un cargo diplomático que ha resultado controvertida en estos días, fue la noticia de la asignación de Vivian Morales a la embajada francesa. Inmediatamente apareció la reacción de distintos sectores materializada en una contundente carta con poco más de 600 firmas en la que solicitan que se revise la decisión, teniendo en cuenta que “Los valores que expresa Viviane Morales son opuestos a los valores de la República francesa, que están fundados en la laicidad, el respeto y la tolerancia, así como a los valores del gobierno de Emmanuel Macron”.
La noticia de Ordóñez hoy sorprende a algunos, pero también se estaba cocinando desde hace algún tiempo. Duque ha jugado esa carta respaldada por el decreto número 1630 de 24 de agosto, refrendado con la firma del Ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Holmes Trujillo, en el que se oficializa el nombramiento de Alejandro Ordóñez como embajador extraordinario y plenipotenciario de la Misión Permanente de Colombia en la OEA. Por qué no le dieron otra embajada al ex procurador, por qué no la de Italia donde podría acceder más fácil a las decisiones de Roma, por qué no en España donde quizá podría aprovechar para hurgar en sus atávicas relaciones ideológicas con la desaparecida Inquisición. No, justo fue la OEA, y no es una coincidencia.
El órgano principal y autónomo de esta organización es la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos que, a su vez, es la antesala de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, uno de los tribunales internacionales más importantes en materia de garantías de derechos. Es decir, conociendo la trayectoria de Alejandro Ordóñez, sus pretensiones moralizadoras, sus ideas sobre el ‘libre desarrollo de la animalidad’, y su culto por la familia heteronormativa, el ex procurador estará donde tiene que estar. Metido en el estómago del monstruo defensor de los derechos, promoviendo desde allí la avanzada antiderechos que representa y que comulga tan armónicamente con el actual gobierno. No hay lugar más estratégico. Justo allí donde se condenan a los estados parte por no garantizar derechos a los ciudadanos –como los que él no garantizó desde el Ministerio Público–, allí estará él. Parece una paradoja, pero no lo es.
Su puesto no es una corbata, el hombre va a trabajar. Poco importan sus antecedentes de corrupción reconocidos en un fallo del Consejo de Estado, ese no es el asunto. Ordóñez no va en búsqueda de nombramientos a su séquito, no, va con su vestimenta de cruzado a hacer lobby sobre lo fundamental.
javierortizcass@yahoo.com
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