Colombia ya no solo está enfrentada por la tierra. La mezquindad nacional pretende ahora quedarse también con el cielo. Que si es de unos, que a él nunca entrarán los otros; que si aquí somos iguales, allá no tiene cabida el diferente. La situación da para risa si no hubiera gravedad en ella, pues quienes inventan estas ficciones lo dicen de modo tan serio que a nadie extrañe que algún notario les avale pronto la propiedad del reino celestial.
Lo que pasó esta semana es preocupante. El miércoles los medios dedicaron todos sus esfuerzos a transmitir en vivo y en directo lo que sucedía en la Comisión Primera. Uno pensaría que, entre más visibilidad, más posibilidad hay de mostrar esa otra verdad que ha sido silenciada y humillada, la de las personas LGBTI. Pero no. Todo este debate es un paso atrás porque polariza y fuerza a tomar una decisión que se confunde con los votos y con la política. La polarización nacional ha convertido a la comunidad LGBT en la punta de lanza de una guerra en la que los intereses reales –la tierra, el poder– corren aparte (en su desesperación, Vivian volvió a esgrimir el anatema de la ideología de género que tanto espanta). ¿En qué momento los derechos de unas minorías se convirtieron en tema vital para los intereses nacionales? Seguir en ese juego es vulnerar aún más lo que ya es frágil.
El triunfo se debió, en gran parte, al apoyo frentero del gobierno al enviar Santos a sus ministros a defender a capa y espada el No al referendo (no me trama Santos, lo he escrito aquí una docena de veces, pero hay reconocerle lo suyo). Sorprendió gratamente leer en el muro de Facebook de muchos gais que hace unos meses apoyaron el No que ahora celebraban la derrota de Vivian. ¿Recapacitaron? ¿Entendieron que lo uno está ligado a lo otro? ¿Se dieron cuenta de que, en manos de la derecha radical, no solo se adelantará, tarde o temprano, este referendo sino que se perderán todos los triunfos que hasta ahora se han logrado? ¿Entendieron que, al apoyar los intereses de la derecha radical seguiremos por siempre excluidos de esta sociedad a la que tanto les afana pertenecer?
Amalaya así haya sido porque las razones para celebrar no son contundentes. Para Vivian lo del miércoles no fue más que una batalla perdida. Como tantos otros políticos, ella presume de conocer el alma de sus votantes, pero es lo contrario: sus votantes están hechos a su imagen y semejanza: sus mismos miedos, sus mismos odios, su misma culpa. “Toda fe es falsa, toda fe es verdadera/la verdad es un espejo hecho añicos, esparcido/en miríadas de fragmentos; y cada uno cree/que su minúsculo fragmentos es el todo”, escribió R. F. Burton. Vivian no se cruzará de brazos en un país necesitado de un mesías en el que tantas personas se disputan la propiedad del “bien” y anhelan imponer su pequeñísimo fragmento de verdad.
@sanchezbaute
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