En el fondo todos somos idealistas, lo que nos lleva a estar siempre insatisfechos, anhelando un mundo y una vida mejor.
En la época medieval existía el sueño de llegar al país de Jauja, donde los ríos eran de vino, las aves volaban cocinadas al alcance de la mano, los árboles estaban llenos de tortas y pasteles; pero para llegar a Jauja había que hacer sacrificios.
Si Ud. es de clase media no se queje tanto. Hoy vive mejor que los reyes del siglo XVII. Guillermo III de Inglaterra vivía en un castillo sin agua potable, alcantarillado ni luz eléctrica, y sin medicamentos efectivos para sus enfermedades. Cuando viajaba a Escocia no era en auto o en avión, era a lomo de caballo.
A pesar de este mundo feliz donde cada día la ciencia y la tecnología nos deslumbran con nuevos inventos, las personas siguen sintiendo que la vida es difícil: viven angustiados por el endeudamiento, la precariedad de los salarios, la escasez de empleo, el miedo a la incertidumbre y la sensación permanente de peligro por todos lados.
Resulta paradójico que en este mundo de la abundancia todavía no hayamos podido erradicar la pobreza; y, en el caso de Colombia, esta es la realidad de 3 de cada 10 colombianos del siglo XXI.
Ante tanto discurso pesimista, he leído un libro optimista del holandés Rutger Bregman, llamado Utopía para realistas, en el que nos hace soñar sobre una forma de erradicar para siempre la pobreza: ofreciendo a cada persona la seguridad de una renta básica, fundamentada en el hecho de que esta riqueza la hicimos todos, y una renta básica nos permitiría compartirla entre todos. El autor nos está proponiendo otra forma creativa para vivir en un mundo sin personas en situación de pobreza.
Cada año en Colombia se gastan presupuestos inmensos en la lucha contra la pobreza, pero la realidad es que muy poco de ese dinero les llega a los pobres. La mayoría se va quedando en intermediaciones, y algunas veces parte de ella se queda enredada en los bolsillos del contratista de turno. Dar directamente el dinero a la gente sería la propuesta de Bregman.
En Colombia lo más próximo a esta idea es el programa ‘Familias en acción’, que les entrega a las personas un dinero, condicionadamente para ser usado en nutrición y educación de sus hijos. Según estudios de la Universidad de los Andes, este es uno de los dos programas de mayor retorno de la inversión de capital humano en Colombia.
En algunas partes del mundo se están haciendo experimentos con esta propuesta: en Inglaterra, en tres municipios de California y en varios lugares de África; con resultados muy positivos en las tasas de criminalidad, muchos se esfuerzan por buscar trabajo, arreglan sus hogares, y se reduce la corrupción.
Muchas veces tenemos dificultad para imaginar un país donde las cosas se pueden hacer de manera diferente, a fin de que podamos en corto plazo construir una vida digna para todos. Entregando dinero directamente a los pobres, los recursos pueden tener un mejor destino, aunque Ud. no lo crea.
joseamaramar@yahoo.com
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