Desde este momento hago pública mi promesa de no volver nunca a Cartagena. El motivo: la silbatina que la noche del 31 de diciembre le pegaron un grupito de desocupados a nuestro gobernante Juan Manuel Santos.
Y es que tiene que ser uno o muy insensato o muy desagradecido para atreverse a chiflar al mejor presidente que ha tenido Colombia en más de 200 años. Por fortuna, me dicen desde ‘la Heroica’, que el incidente fue un caso aislado y que, por el contrario, nuestro mandatario no se cansó durante el último día del año de recibir aplausos y agradecimientos por parte de los cartageneros que le ovacionaron a rabiar.
Y no era para menos. En Cartagena nadie olvida que nuestro presidente escogió esa ciudad como sede de la firma de los acuerdos de paz entre su gobierno y la honorable guerrilla de las Farc.
Conociendo como conozco a los cartageneros, no me cabe duda de que detrás de la silbatina debe haber una o más manos oscuras. Veamos:
En primer lugar hay que señalar a Álvaro Uribe. Este caballero no ha podido digerir el hecho de que Santos sea el presidente más popular de la historia de Colombia. Tampoco Uribe es capaz de aceptar que nuestro gobernante pudo sellar la paz con las Farc, por una o dos o cositas a cambio, y está a tiro de hacer lo mismo con el Eln.
Y, tal vez lo más importante, Uribe se muere de envidia al ver cómo a nuestro Premio Nobel de Paz se le cataloga en el exterior como ‘el Mandela latinoamericano’. Lugar que pisa Santos se paraliza. Todo el mundo quiere correr a su lado o fotografiarse con él. Una reciente encuesta –creo que del imparcial Centro Nacional de Consultoría– arrojó que Santos es un tris más popular en el mundo que el papa Francisco.
En tanto, a José Obdulio Gaviria también hay que incluirlo en la lista de eventuales responsables de las rechiflas a nuestro presidente. Él está en campaña al Senado y es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir votos.
Por ejemplo, no se me haría raro que José Obdulio hubiera manipulado al periodista español Ramón Pérez-Maura para que escribiera en contra de nuestro Nobel de Paz cualquier cantidad de sandeces.
Así por encimita, Pérez-Maura aseguró en el ABC de España que “los colombianos querían una paz digna y no la sumisión vergonzosa ante los terroristas de las Farc a la que les ha sometido su presidente”. Ninguna sumisión, señor Pérez-Maura. Fue un proceso de paz con todas las de la ley. Unas negociaciones de las que el 99,99% de los nacidos en Colombia nos sentimos orgullosos. Tan es así, que el Nobel de Paz que recibió hace un año nuestro primer mandatario lo sentimos como propio todos los colombianos.
Para su información, señor Pérez-Maura, el 2 de octubre de 2016 se celebró un plebiscito en el que el pueblo colombiano aprobó por más del 99,99% los puntos acordados en La Habana entre el Gobierno y la guerrilla.
Así, pues, envidiosos del doctor Santos acepten mi recomendación: no pierdan su tiempo que aquí en Colombia adoramos a nuestro presidente. Si no me creen, vayan por ejemplo a Medellín o a alguna de las ciudades del Eje Cafetero para que vean el fervor que este monumento de hombre despierta entre sus conciudadanos.
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