La teoría política que explica el comportamiento electoral y clasifica el voto, se refiere al “voto de ira”, “voto castigo” o “voto negativo”, producto de la ira social contra partidos o movimientos políticos, por inconformidad, hartazgo o molestia con sus candidatos.
Michael Gant y Dwight Davis, definen el “voto negativo” cuando el elector decide su voto sin estar motivado por la simpatía hacia el candidato, ni por su programa de gobierno, ni por el partido o movimiento político que representa, sino que su real motivación es su antipatía. Se trata entonces de un voto “en contra” y no “por”. Estos autores concluyen que, muchas veces, es más fácil movilizar al elector “en contra de” que “a favor de”. En este mismo sentido, Joseph Napolitan, señala que: “Es más fácil conseguir que la gente vote en contra de alguien o algo, que lo haga a favor de algo o de alguien”.
Dante en su obra La Divina Comedia, entiende la Ira como una negación vehemente a la verdad, complementada con el “resentimiento”. Para muchos la actividad política está llena de la ira que representa odio y violencia contra el adversario. La política en el mundo tiene un gran ingrediente de odio hacia al contradictor político.
La “Ira Política” también caracteriza a las campañas por tener un alto ingrediente de percepción negativa del rival, el proselitismo busca sembrar el odio y la ira en sus militantes, emociones que les puede llevar incluso a matar por una causa política.
La “ira política” en una campaña tiene por objeto perturbar las emociones del elector, de tal suerte que su voto no sea producto de un estudio o reflexión sesuda respecto de la propuesta de gobierno, sino el resultado de enervar sus emociones, particularmente: la ira, el odio, la indignación, el miedo, la sed de venganza, etc.
En consecuencia, el voto de ira puede hacerse presente en cualquiera de los actores del proceso político, teniendo una connotación interior eminentemente pasional, una manifestación externa física en la urna, y otra moral o psicológica, mediada por la violencia.
Al respecto, René Delgado, señala que “los comicios electorales no son oportunidades para elegir políticas, sino ocasión para castigar agravios.”. El planteamiento estratégico para movilizar el voto de ira es muy sencillo. Parte de lo que enfada, molesta o irrita al elector respecto del opositor electoral, con base en esos sentimientos, se monta un discurso de ira que concluye en la urna con un voto “en contra de”, que no aporta nada al fortalecimiento de la democracia, pero que es efectivo para ganar una elección.
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