Esta semana se desveló un eventual atentado contra el candidato presidencial Iván Duque Márquez. Si bien no tengo en mente votar por él, ya que desde hace mucho tiempo he anunciado mi voto por Germán Vargas Lleras, sí quiero llamar la atención sobre lo frágil que se ha vuelto la democracia en el gobierno de Juan Manuel Santos.
No tiene presentación que el candidato más opcionado para llegar al Solio de Bolívar –según las encuestas– sea amenazado de muerte. Y preocupa, sobre manera, que el amenazado sea el aspirante de la oposición en una administración que, como la de Santos, no se ha destacado precisamente por respetar y defender a sus críticos. (Aquí solo tienen derecho a hablar duro los que se refieren bien a Santos y a su gobierno que, entre cosas, son cuatro gatos ‘enmermelados’).
Duque representa todo lo contrario que nos ha querido vender este pésimo gobierno. Él no está de acuerdo con todas las alcahueterías del “proceso de paz” de La Habana. Si llega a ser mandatario de los colombianos, él no hará trizas las negociaciones con las guerrillas, pero sí les meterá mano a temas fundamentales como la cárcel para los autores de delitos de lesa humanidad y para los violadores de niñas menores de edad, que en las Farc abundan, según las valientes chicas de la Corporación Rosa Blanca.
Duque, asimismo, es el candidato de Álvaro Uribe. El país entero es testigo de la persecución a la que han sido sometidos el exgobernante, sus familiares y los que fueron sus colaboradores entre 2002 y 2010.
Medio gobierno de Uribe está en la cárcel por culpa de Santos. Me explicó: puso en su momento como fiscal general a unos de sus mandaderos, Eduardo Montealegre, para que se tirara en Andrés Felipe Arias, Diego Palacio y compañía.
Fue también Montealegre quien se encargó de empapelar a Santiago Uribe, el hermano menor del exjefe de Estado, en un proceso que para mí ya había prescrito. Pero no, el amanuense del inquilino de Casa de Nariño se inventó el cuento de que el perseguible contra Uribe hermano era un delito de lesa humanidad y, por tanto, imprescriptible.
Que se olvide Santos si piensa que vamos a salir corriendo por obra y gracia de su horrorosa gestión. Duque no tiene por qué amedrentarse. Él, como Vargas Lleras, tiene que pararse en la raya y exigirle garantías a este remedo de gobierno, porque, como es de público conocimiento, aquí solo se les para bolas a los exterroristas de las Farc.
No vamos a permitir, casi 50 millones de colombianos, que la actual campaña se parezca a la de 1990, cuando fueron asesinados tres de los candidatos a la Presidencia. Estamos en un país distinto. Más pujante. Más guapo. Menos expuesto a los embates de la delincuencia. Lo peor que podría hacer Duque es arredrarse ante las amenazas en su contra. Ya sabemos que Santos quiere que gané su candidato, Gustavo Petro, conocido de autos y de lo peorcito que le ha pasado a Colombia en los últimos 200 años.
@cancinoabog
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