Un reputado periodista radial dijo ayer, al referirse al hundimiento en el Senado de las 16 curules para las Farc, que el presidente Juan Manuel Santos estaba tan jugado con la implementación del proceso de paz que poco o nada le importaba que la oposición se le fuera al cuello por este nuevo conejo.
Doy por descontado que ese comentario periodístico tuvo la mejor intención del mundo. Pero la realidad es otra: Santos lleva más de siete años diciendo mentiras, haciendo trampa, persiguiendo a la oposición y entregándoles el país a las guerrillas.
Para empezar, Santos, cuya popularidad no le había alcanzado siquiera para ser concejal de Bogotá, se hizo elegir en 2010 con los votos de Álvaro Uribe. Apenas Uribe puso a votar a todo el país por él, Santos lo traicionó en el acto y empezó a perseguirlo a él y a su familia.
En 2012 varios medios de comunicación reportaron que el gobierno de Santos y las Farc estaban negociando un proceso de paz en La Habana. De inmediato, con la mentira de por medio, el gobierno salió a desmentir a esos medios. Después vinimos a saber que, casi que antes de posesionarse como presidente, Santos ya les estaba haciendo ojitos y mandando razones a las Farc.
Cuando en septiembre de 2012 Santos anunció el inicio de un proceso de paz con las Farc, advirtió que este sería de meses y no de años. En parte el mandatario dijo la verdad: el proceso tardó como 50 meses o un poco más de cuatro años.
En junio de 2014 Santos se hizo reelegir como presidente. Los resultados fueron muy polémicos y llenos de dudas. Los mayores electores de Santos en esa oportunidad, Musa Besaile y Ñoño Elías, están presos hoy por actos de corrupción.
El 2 de octubre de 2016 el país fue convocado a un referéndum para que dijera si estaba de acuerdo o no con los acuerdos pactados entre las partes en Cuba. Ganó el N, pero Santos desconoció la voluntad del pueblo y a las malas le embutió el espurio proceso de paz.
Cinco días después del referéndum, Santos recibió inmerecidamente el Premio Nobel de Paz. Tiempo después se sabría que los noruegos que escogieron a Santos para tal distinción tenían intereses petroleros en Colombia.
Durante mucho tiempo el jefe de Estado dijo que para las Farc no habría impunidad. Hoy sabemos que no pagarán un solo día de cárcel. Que las Farc no irían al Congreso. Hoy Santos está desesperado por conseguirles curules a los guerrilleros.
En enero de este año estalló en Colombia el caso Odebrecht. Medio gobierno de Santos resultó salpicado por este escándalo de corrupción. Adicionalmente se supo que la corrupta multinacional brasileña aportó dinero para las campañas de Santos en 2010 y 2014.
Así las cosas, no nos dejemos engañar de nuevo de Santos con las curules para las Farc. El Senado está compuesto por 102 parlamentarios y punto. La mitad más uno de 102 es 52. Pero en las cuentas de Santos y de ‘Riverita’ la mitad de 102 es 50. Que no nos crean tan pendejos. Que respeten.
@cancinoabog
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