Cuando era joven -aún me considero joven pero según la ley colombiana solo es hasta los 28 años- co-lideraba un grupo estudiantil llamado “Súmate”. Partiendo de la premisa que la gran parte de los problemas ciudadanos se pueden resolver a partir de la política y que, por lo tanto, el involucramiento juvenil en esos procesos es fundamental, utilizábamos medios creativos para acercar a los jóvenes a la política y generar diálogo ciudadano alrededor de la mejora de la calidad de vida de estos en Barranquilla. En este contexto, una de nuestras principales banderas era el desarrollo de una política pública de juventud a nivel local. Nuestro lema era “la política no es como la pintan”, y en nuestras intervenciones y happenings vestíamos overoles blancos sobre los que los jóvenes dibujaban sus imaginarios. 

Una de nuestras preocupaciones era la abstención de la mayoría de ellos en los procesos electorales. Sin embargo, de acuerdo con teóricos, la razón de esto no es necesariamente la apatía, en la mayoría de los casos se debe a la falta de identificación con el sistema político, por lo que muchos de ellos participan de otras maneras como, por ejemplo, a través de movimientos y organizaciones sociales. Esto nos muestra la otra cara de esta moneda, que es la vitalidad, las ganas de renovación, de cambio, pero sobre todo de lucha que caracteriza a esa población. De hecho, en la historia contemporánea hay numerosa evidencia sobre el poder de las ideas generadas por población joven para gestar el cambio de las dinámicas ciudadanas. 

Colombia no está por fuera de esa historia. El caso, por ejemplo, de la séptima papeleta en las elecciones del 11 de marzo de 1990, resultó en una Asamblea Constituyente que reformó la Constitución, generando un progreso significativo en sus contenidos. Asimismo, en la historia más reciente y en el contexto de la convulsión social en América Latina, que ha detonado un gran dinamismo en el activismo social de los jóvenes, encontramos el descontento que se evidenció en las calles de muchas ciudades de Colombia en medio de la pandemia, que dio cuenta de la crisis social del país. 

Sin embargo, el trabajo colectivo de los jóvenes aún tiene grandes retos para consolidar una participación ciudadana constante y con incidencia real en la formulación y ejecución de políticas públicas. Sin duda, dichos retos y la voz sonante de sus interesados en el último ciclo de protestas, han sido un llamado contundente al Estado para materializar espacios participativos que integren nuevos imaginarios a la construcción de país. 

En razón a ello, el próximo 5 de diciembre los jóvenes entre los 14 y los 28 años elegirán a los miembros de los Consejos Locales y Municipales de Juventud. Posterior a las elecciones, se conformarán los Consejos Departamentales y el Consejo Nacional con delegados de los Consejos elegidos. Estos actuarán como mecanismo de concertación e interlocución ante la administración en los temas juveniles y ejercerán veeduría y control sobre la gestión pública. Serán elegidos candidatos inscritos por prácticas organizativas, partidos o movimientos políticos y listas de jóvenes independientes. Para votar, deben acercarse al puesto de votación en donde tengan su cédula inscrita.  

El 5 de diciembre pasará a la historia como la victoria de un espacio democrático de participación en donde la juventud tendrá la posibilidad de intercambiar opiniones y debatir sobre lo público. Aspiro que por medio de este, los jóvenes logren incidir contundentemente en las decisiones relevantes para el país. 

@DCepedaTaurd
daniela@cepedatarud.com