No nació en Barranquilla, pero era más barranquillero que muchos. Un marinero entregado al mar que estuvo cuatro años navegando en altamar acompañado de su perro. Contaba jocosamente que era un navegante de los de antes y de los de ahora, porque conoció a su amor navegando en las redes sociales. Luego de tres meses de estar chateando, decidió emprender una nueva aventura: viajar a Colombia a conocer a la mujer que se convirtió en su esposa un año después en el Parque Tayrona. 

Aunque Zoraida Martínez es de Bogotá, él le dijo que necesitaba vivir en una ciudad con mar. Contaba que cuando conoció Barranquilla dijo “aquí me quedo”. Decía que lo conquistó la gente, que nunca lo hizo sentirse extranjero. Y es que Javier nunca fue un extranjero, aportó más al departamento que muchos atlanticenses.  

Guiados por un amigo, llegaron un día a la ensenada de Puerto Velero. Cuando la vio se quedó asombrado de que ese sitio estuviera hecho a la medida para desarrollar una marina. Hoy, diez años después, este proyecto es una realidad. La Marina Puerto Velero es una importante iniciativa de desarrollo para la región que lideró de la mano de su esposa y de su hijo Javier Jr. Esta cuenta con puerto, varadero y marina seca, cabañas, zonas recreativas, escuela de vela y próximamente un hotel. 

Pero aún más importante es que el proyecto fue su lema de vida y de trabajo: “El respeto y la honra a quienes estuvieron primero es la base para la paz”. (Bert Hellinger). Esto lo materializó por medio de la Fundación Marina Puerto Velero en dos proyectos: el libro Ztupará riqueza Mokaná y el libro Somos Carnaval de Barranquilla, la mirada de sus artistas en asocio con Fundación Carnaval de Barranquilla. El primero, escrito por los habitantes de Tubará, muestra la riqueza cultural y natural del territorio. Javier y Zoraida no concebían desarrollar la marina sin honrar a la comunidad local por medio de un proyecto de reconocimiento y visibilización de su identidad y riqueza. El segundo libro fue el resultado de más de un año de talleres con artistas del Carnaval y plasma la memoria colectiva del Carnaval de Barranquilla; constituyéndose además en un proceso de exaltación a los artistas, ya que fueron ellos mismos quienes escribieron su historia y realidad. 

Así fue como conocí a Javier, cuando con la pasión e inteligencia que lo caracterizaba, su acento español, su barba y pelo blanco amarrado con una colita, me convencía de que coordinara este proyecto, y juntos emprendimos esa aventura. Y es que para Javier nada era imposible, para él todos los sueños se podían hacer realidad y todos los que se proponía los cumplía. Es que para Javier no había un reto demasiado grande, no había un problema que no se pudiera solucionar, ni alguno que justificara borrar la sonrisa de su rostro. 

El lunes Javier falleció. Hasta sus últimos días estuvo trabajando en el legado que hoy nos deja. Javier Julvez: navegante, aventurero, guerrero, visionario, barranquillero, amigo e inspiración. Gracias por enseñarnos a soñar, por liderar un gran proyecto para el desarrollo del departamento y por ser ejemplo en la manera de hacer las cosas: con dedicación, pasión, amor, respeto y reconocimiento hacia los que estuvieron primero.  Fuiste, sin duda alguna, un extraordinario navegante de la vida. 

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