Cuentos de carnaval
Este año conmemoremos el carnaval desde casa y dejémonos fascinar por nuestra historia carnavalera.
Como hoy, primero de febrero, estaríamos en precarnavales y, de hecho, a pocos días de La Guacherna, ya yo activé mi Gen Carnavalero desde casa; y como mi cuerpo me pide carnaval, recordé historias que cuentan sus protagonistas en el libro Somos Carnaval de Barranquilla, la mirada de sus artistas publicado en el 2015.
Joselito carnaval: dicen que Joselito existió, que se llamaba José Nicolás Barros Ariza, que era un conductor del tranvía de mulas de la ciudad. Dicen también que era alegre, bonachón y que pedía vacaciones desde el lunes antes de Carnaval hasta el primer viernes de cuaresma. Lo encontraron un martes de carnaval tirado en la calle, lo dieron por muerto, y mientras llevaban el cortejo fúnebre por las calles de la ciudad despertó. ¡No estaba muerto, estaba de parranda!
Las aventuras de las Puloy: en aquella época las mujeres no podían entrar a las casetas y menos si iban sin marido, así que un grupo de mujeres decidieron crear un disfraz para gozarse los carnavales sin que se revelara su identidad. El disfraz de las Negritas Puloy, inspirado en el logotipo de un detergente de ese entonces, les cubría la cara y era coqueto y sexy. ¡Hasta amoríos descubrieron con ese disfraz de carnaval en carnaval!
El Congo llega a Barranquilla: la danza del Congo fue traída por los negros esclavos que provenían de África y fue la danza de resistencia de los cabildos de negros en Cartagena colonial. Parte de esta cultura se trasladó a Barranquilla a través del río Magdalena.
Una gran diversidad de danzas llegó a Barranquilla por el río. Muchas de estas fueron producto del sincretismo entre las culturas española, africana e indígena, la cual se dio porque al prohibirle a los indígenas, negros, mulatos, zambos y mestizos la celebración de sus prácticas festivas tradicionales, estos incorporaron sus ritos y manifestaciones en las festividades religiosas españolas. Otras expresiones, como las comparsas de monocucos y marimondas, nacieron acá.
Acá, en una ciudad en donde la cumbia no se enseña, sino que se aprende, como dice Armando Zambrano, director de la Arenosa. En donde los niños son bautizados en la Batalla de Flores y desde su primer año se les enseñan las tradiciones del Congo, tal como sucede con los herederos del Congo Grande.
Este mundo mágico entre la ficción y la realidad se desarrolla en Barranquilla quizá porque el hecho de haber sido sitio de libres nos hizo más creativos; quizá porque la inmigración nos hizo más abiertos; quizá porque ser la Puerta de Oro de Colombia nos hizo más atractivos; quizá porque acá ocurren cosas que no suceden en ningún otro lugar del país, como por ejemplo la organización de la primera Batalla de Flores por el General Heriberto Vengoechea para celebrar el fin de la Guerra de los Mil Días.
Este año conmemoremos el carnaval desde casa y dejémonos fascinar por nuestra historia carnavalera: esas historias y tradiciones que aún siguen vivas entre nosotros, que son la razón de ser de muchos hacedores, que pueden ser su sustento y gracias a las cuales el carnaval es patrimonio de la humanidad. Te invito a activar tu Gen Carnavalero y a encontrarte con estas historias y anécdotas por medio de mis redes sociales, las de los hacedores y las de los operadores de la fiesta, en donde encontrarás una programación virtual en pro del patrimonio. Y descubramos, juntos, las pistas que estos relatos nos dan sobre nuestra historia, nuestra identidad y sobre nuestra proyección hacia el futuro.
@DCepedaTarud
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