El éxito de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que terminó con una buena cantidad de medallas de oro para Colombia –cosa poco usual en anteriores justas–, podría ser el lievmotiv para que la administración Char dejara constituido un ente o una junta que se encargue de vigilar el debido uso y mantenimiento en las mejores condiciones de las sedes, cuyos administradores deberán presentar un balance trimestral del estado de cada uno de las estadios, pistas y gimnasios de los que hoy está dotada la ciudad.
La inversión fue inmensa en la puesta a punto de las sedes para las distintas disciplinas de concurso y no podemos permitir que estas edificaciones ni sus dotaciones para la práctica de los diferentes deportes se deterioren; por el contrario debe diseñarse un manual de procedimiento para ambos efectos, no sea que nos toque ver, como vimos decaer hasta su destrucción, al Coliseo Cubierto, la piscina olímpica y otros sitios que tuvieron una etapa inagural fantástica, pero luego, día a día, mes a mes y año tras año se quedaron sin doliente, como por desgracia está ocurriendo con los hitos culturales.
De conseguir la sede de los Panamericanos en 2029, quienes gobiernen en esa década no pueden descuidar la inversión de mantenimiento obligatoria, para que luego no se tenga que acudir al endeudamiento distrital para responder ante la comunidad internacional por el adecuado estado de los escenarios. Y preocupa, en especial, la destinación de las dotaciones, elementos de fácil transporte y movilización sin que se enteren ni los mismos encargados de su custodia o que se haga mediante el soborno a ellos. Son elementos costosos y delicados, y deberían ser puestos al servicio de los deportistas locales que desean continuar la práctica de sus rutinas para poder alcanzar el nivel profesional que requerirán para poder competir más adelante en justas nacionales e internacionales.
Manifiesto esta preocupación porque durante muchos años de ejercicio profesional he visto derrumbarse edificaciones y la desaparición cuando no pérdida por daño irreparable de los elementos, ante la mirada impávida de los funcionarios que tienen su interés enfocado exclusivamente en otras actividades, como pavimentar, que si bien es importante no aporta al desarrollo de la personalidad ni la adquisición de valores entre los jóvenes. Y la juventud de Barranquilla y la Región necesitan con urgencia que tanto el deporte como la cultura sean puestos a su servicio para cambiar el panorama que les pinta el cancionero popular reguetonero y champetero que invita a la trasgresión, el abuso sobre las mujeres, el dinero fácil y los comportamientos violentos. Ya hay escenarios deportivos, ahora vamos por los culturales para lograr el cambio en nuestra sociedad, para contrarrestar el efecto negativo de tanta música plebe y el lenguaje rastrero y genital que suelen usar los impulsadores de discos en las emisoras populares.
losalcas@hotmail.com
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