Cuando Claudia Morales escribió su columna de opinión en el diario El Espectador ‘Una defensa del silencio’, debo aceptarles que sentí impotencia. Creía que guardarse el nombre de su abusador había sido imprudente de su parte, ya que, tal cual como lo triné en mi cuenta de Twitter: ‘si ella que tiene voz tiene miedo de hablar, ¿qué podemos esperar de aquellas que carecen de una?’.
Sin embargo, con el pasar de los días comprendí por qué había escogido defender el silencio. Lastimosamente vivimos en una sociedad cruel, una en la que gracias a las redes sociales y a la falta de escrúpulos de muchos medios de comunicación se ha convertido en un circo de morbo, amarillismo, machismo y, sencillamente, absoluta falta de empatía.
No dijo el nombre, pero muchos asumieron unos y convirtieron una historia personal, una que ha debido ser desgarradora y humillante, en un juego sin reglas. No dijo el nombre, y sin embargo ya se ha convertido en una batalla tenebrosa entre los que defienden al que creen que lo hizo y los que lo atacan sin tener la certeza. No dijo el nombre ni tampoco dio especificidades, pero ya hay miles que la acusan ‘de habérselo buscado’, ‘de haberlo querido’ y de ‘no contar la historia porque tal vez no sea del todo cierta’. No dijo el nombre, pero ya la han despedazado, la han tildado de ‘loca’, y, como siempre, la han terminado de humillar.
No la conozco, pero sé que si ella ha escogido no decir quién es, es porque la justicia penal y social de este país, definitivamente, aún no están listas para sentenciar a los poderosos. Qué triste es ver que mientras el mundo empieza a respaldar a las mujeres y hombres que han sido abusados por personas que se encuentran en una posición más privilegiada, nosotros escogemos tratar este tema como un chiste absurdo. Qué triste es saber que cuando dicen que Colombia es un país subdesarrollado no solo hablan de infraestructuras o alcantarillado, sino de cultura y carencia de derechos humanos. Sí, qué tristeza me da que les toque callar, inclusive aquellas personas que tienen un espacio para poder gritar y ser escuchadas.
Es por esto que esta columna es para públicamente apoyar el silencio de Claudia Morales, pues en este país, y me duele profundamente tener que decirlo, para denunciar a alguien con un nombre de ‘peso’, te toca andar tomando fotos y videos, unos que, lastimosamente, también pueden ser deslegitimizados con facilidad. Ya que a los victimarios la letra menuda de la ley y los términos vencidos tienden a protegerlos.
Ojalá más temprano que tarde las Claudias Morales de este mundo puedan hablar con la seguridad de que hay un sistema que quiere defenderlas, puedan señalar sin tenerle miedo a terminar humilladas y sin ningún ápice de justicia, y que puedan levantarse para decir ‘#YoTambién he sido abusada y hablo para que ni una sola persona más lo sea’.
Porque algún día los grandes caerán y, como un dominó, le seguirán los otros.
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