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Cuando matan a los líderes sociales

Las estadísticas son contundentes. 98 líderes asesinados en seis meses y tres días en Colombia son una cifra de terror que parece ir in crescendo. Y en dos años el número es de vergüenza mundial: 311 muertos. Probablemente, en otros países del mundo ni siquiera alcance las víctimas por hechos violentos durante dos décadas. En el país cada cuatro días matan a un líder social.

Los crímenes más recientes, como el de Luis Barrios Machacón en Palmar de Varela y la cínica amenaza contra la profesora Magda Ballestas en el sur de Bolívar, dan cuenta de una ola de terror sobre la cual nos mecemos. Es como si de un momento a otro hubiésemos regresado al oscurantismo de otros años. Luis Barrios había pedido protección de manera recurrente, pero apenas le aportaron un agente de Policía que le daba un vistazo cada cierto tiempo.

Una especie de ronda que termina siendo una burla a la seguridad personal. Este no es solo un problema del Estado. Es un asunto del ciudadano colombiano, cuyo esquema mental no asimila al líder social como alguien que defiende los intereses de la comunidad, del hombre de la calle, del de a pié. Existe una suposición equivoca sobre los líderes, satanizados algunos y estigmatizados otros.

¿Y qué es un líder social? Es, técnicamente hablando, quien ejerce el liderazgo en la comunidad en función de dinamizar una organización o un sector para lograr su desarrollo. Puede ser alrededor de un proyecto común o uno compartido. Anotemos, claro está, que algunos líderes sociales pueden tener otras pretensiones, pero eso no legitima la violencia.

La estigmatización de los líderes obedece a que muchos han sido o son militantes de izquierda, pero esa militancia no justifica su exterminio masivo, como parece que se pretendiera en este momento. Llama la atención el silencio aparentemente cómplice de muchos dirigentes nacionales, cuyas características son de la diatriba constante y el ataque feroz a través de los medios. O el de los gobiernos locales pasivos e indiferentes ante lo que puede calificarse como crimen sistemático.

Las denuncias que hizo Luis Barrios demuestran su compromiso social. Atacó el microtráfico, los daños ambientales y los malos servicios públicos del municipio en donde se había asentado luego de venir de su Pinillos natal, en Bolívar.

Sería oportuno que los mandatarios colombianos recién electos se refieran con mayor interés a temas locales como el condenable asesinato de los líderes sociales y dejen a un lado otros trillados como el de Venezuela, al que no le restamos importancia por la calamidad social que sufre su buena gente, sometida por un gobierno absurdo que navega sin norte.

La indignación en las redes sociales por los asesinatos de líderes y docentes es una buena muestra de cierta concientización nacional sobre este asunto tan delicado que nos deja ver como lo que somos: una nación violenta, que parece no aprender.

mendietahumberto@gmail.com

 

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