En muchas ocasiones se suele decir que Colombia es un país muy rico en agua. ¿Qué tan cierto es esto? ¡Si y No!
Dada nuestra situación geográfica tenemos precipitaciones abundantes y frecuentes en diferentes lugares del territorio colombiano. No obstante, la distribución es en algo heterogénea. Algunos ejemplos de ello: El acumulado al año de la zona más lluviosa del país (López de Micay en el Pacífico caucano), puede ser 15 veces lo que llueve en Bogotá o en Barranquilla, para citar dos ciudades capitales en donde llueve relativamente poco. Otras zonas como: oriente de Caldas, suroriente y nororiente de Antioquia y piedemonte oriental de Norte de Santander, Cundinamarca, Meta y Putumayo, suelen presentar en sus acumulados de lluvia anual, 4 o 5 veces lo que llueve en la capital de la República o en la capital del Atlántico.
Asociado a esto, las mayores cantidades de precipitación, caen justamente en donde la densidad poblacional no es la más alta; me refiero a regiones Pacífica, Orinoquía y Amazonía, en donde la población total es mucho menor que la de las regiones Andina y Caribe, en las cuales se concentran las capitales de las ciudades más grandes del país. En ese sentido, las lluvias que caen sobre el oriente, alimentan los niveles y caudales de la cuenca del río Orinoco, mientras que las fuertes lluvias de región Pacífica, surten las aguas de los ríos que van hacia el océano. Tomando esta referencia, para los departamentos andinos los grandes “colectores” son las cuencas de los ríos Magdalena-Cauca.
El Estudio Nacional del Agua realizado por IDEAM, demuestra que de todo ese potencial pluvial en Colombia, solamente un 25% precipita en la región Andina, que es justamente en donde se concentra cerca del 80% de la población colombiana. Dicha situación, genera una condición de estrés hídrico a todo nivel, más aún cuando el uso del agua no es solo habitacional, sino a su vez, un insumo y condicionante de diversas actividades productivas. Y claro, esa relación lluvia vs concentración de la población, en zonas en donde las precipitaciones no son abundantes, incrementa la probabilidad de desabastecimiento hídrico.
Ahora bien, para dimensionar riqueza frente al agua, debemos tener en cuenta su calidad y la posibilidad de accesibilidad, asociada a las capacidades de los diferentes entes territoriales para su captación, así como una eficiente y oportuna distribución, situación que ya ha sido manifiesta en diversos escenarios en los que se indica el alto porcentaje de población del país que no tiene acceso al recurso.
El deber ser, lo expone el profesor Wilches Chaux en algunos de sus escritos: “El acceso al agua en la cantidad y con la calidad necesaria para ejercer el derecho a la vida, es un derecho humano que no puede depender de las leyes del mercado”. Adicional a todo esto, mientras avance de forma indiscriminada la deforestación con fines de explotación de otros sectores legales o no, habrá cambios progresivos del recurso en términos de balance hídrico.
Bajo la pandemia actual, la invitación a lavarnos las manos cada 3 horas, ¡pero sin derrocharla!
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