Esta es la temporada más incómoda para las islas del Caribe y lo que está alrededor del Golfo de México, una especie de corredor por el que azotan los huracanes que por esta época causan estragos en esas fronteras. El reciente paso del huracán Irma demuestra por enésima vez que cuando la naturaleza se descompensa y produce aquellas manifestaciones incontenibles que arrasan con todo y que el ser humano es incapaz de contener, no hay otra cosa que hacer que correr a lo más alto de la colina y cruzar los dedos para que aquello se detenga. La naturaleza desbordada no discrimina clase social, pero sí es selectiva en su poder de destrucción, aquello que es más vulnerable es arrasado primero.
Defino vulnerabilidad mediante una comparación entre las casas de un barrio como La Chinita, de Barranquilla, versus un amplio número de casas que he conocido en diversas islas caribeñas, así como en las costas de países que colindan con el Golfo de México, siendo los Estados Unidos uno de los más azotados en su región suroriental y en la península de la Florida, que queda a pocas millas de Cuba para formar entre las dos la garganta de entrada al golfo.
Si uno de esos huracanes pasara por este barrio barranquillero de un estrato económico bajo, con toda seguridad le arrancaría el techo a las casas, y también las inundaría, pero no se caerían. La respuesta está en los materiales con que son construidas, ladrillos y cemento. Los huracanes que han pasado por las islas mayores y menores del Caribe, han mostrado que las ciudades que tienen este tipo de estructuras en sus casas pueden resistir los embates del viento y la lluvia; en los estratos económicamente deprimidos, el desastre está garantizado.
El sur de los Estados Unidos, increíble pero cierto, es extremadamente vulnerable y, por eso, las imágenes que vemos en las temporadas de huracanes son devastadoras, el paisaje borrado. Uno se pregunta por qué en la meca de la seguridad y de las medidas preventivas efectivas el impacto de estos fenómenos sea tan terrible. La respuesta es la misma: la estructura de las viviendas. Muchas de las casas arrasadas son de madera o de un material parecido de una cierta dureza que permite construir un sitio confortable, pero sensible a este tipo de desbordes de la naturaleza. Esto se da en todos los estratos económicos. Las casas de ladrillo y cemento son de un cierto nivel de exclusividad.
Irma demostró que aun los sectores económicamente privilegiados, como es el caso de Miami, con edificios de cemento y ladrillo, pueden ser afectados de otras formas, como la inundación, con las funestas consecuencias. La respuesta es diferente: ha aumentado el nivel del mar y esta ciudad puede ser inundada de forma permanente y llegar a perder su encanto.
¿Será que esto sirve para que su presidente entienda lo del cambio climático y adopte una actitud diferente al respecto?
haroldomartinez@hotmail.com
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