En medio de una amena charla con amigos se discutía sobre la corrupción. De dónde proviene, cuál es su origen, quién “la inventó”. En fin, toda una serie de profundas elucubraciones sobre el mal que agobia a los colombianos, a los latinoamericanos y a los españoles por estos y por todos los días.
Se descartó la hipótesis estereotipada por la cual se endilga de manera exclusiva y absoluta a los políticos las prácticas corruptas. El asunto es de carácter ético, de la sociedad en sí misma. El presidente, el ministro, el senador, el gobernador, el alcalde, el concejal, el policía, el inspector, el funcionario, el cura, el empresario, el maestro, el ama de casa, el padre de familia, el estudiante y el periodista están en la nómina de la corrupción. Es decir, el ciudadano en cualquiera de sus oficios o roles es susceptible de incurrir en actos corruptos. Salieron a relucir entonces frases que han dado lugar a la burla y a la crítica, como aquella del expresidente Turbay Ayala cuando dijo que a la corrupción había que reducirla “a sus justas proporciones”. O la de Miguel Nule al anotar que la corrupción era “inherente a la naturaleza humana”. ¿Filosofía o cinismo? Algo de cierto tienen ambas frases.
Sobre este tema cabe señalar que hace unos días me topé con un hecho lamentable sobre la forma como una mujer pretendía ganarse un cachorro que una tienda virtual ofrecía mediante la aplicación Instagram. Era un concurso sencillo. Quienes participaban tenían que subir un video propio señalando las razones por las que querían ganarse el cachorro, y pedir apoyo a su deseo mediante votos que los usuarios de esa red social debían expresar dándole like al video.
Una de las concursantes, una inquieta niña de 11 años, hija de una pareja amiga, subió su video a Instagram. Sus argumentos eran sencillos, sinceros y conmovedores, pues quería el cachorrito para cuidarlo y disfrutar de su compañía. Resulta que la rival en likes más fuerte era la mujer, que además de subir su video a la red, utilizó un recurso que resulta ser una de las prácticas non sanctas que dan lugar a esta columna. La mujer ofreció una fiesta que incluía piñata a cambio de likes. Como es obvio, el público objetivo de este concurso eran niños y muchos de ellos cayeron seducidos por la oferta de la rival fuerte, adulta y ‘hábil’.
¿Es eso juego limpio? ¿Todo vale? Una cosa es el voto sincero por la simpatía que puede generar un video y otra es el ofrecimiento de dádivas. Eso es aprovechar la posición dominante del que puede pagar y el estado de indefensión de un niño seducido por una fiesta gratis con piñata incluida. Todo por un like. Al final la niña ganó, pues el mecanismo de consecución de votos o likes de la ‘hábil’ mujer produjo tal indignación entre amigos y parientes que se originó una intensa cruzada pro-niña que finalmente le dio el cachorro, a puro like limpio.
La ‘hábil’ mujer utilizó los mismos mecanismos de compra de voto en elecciones. Solo que en vez de $100.000 ofrecía fiesta. Sus electores eran niños. ¡Vaya valores!
mendietahumberto@gmail.com
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