El martes 16 de este mes de enero, en EL HERALDO apareció la nefasta noticia de que el llamado puente Chirajara en construcción había colapsado, ese mismo día por coincidencia salió mi columna titulada “No es envidia, ¡Es rabia!”, en cuyo contenido exponía la aberrante discriminación que en materia de infraestructura para la movilidad, llámense autopistas de doble calzada, ahora tituladas de cuarta generación, ha mantenido el Gobierno nacional para con la Costa Caribe. Y aunque no parecería delicado utilizar la tragedia del puente recién caído para demostrar tamaña discriminación, considero que sí es pertinente para que nos concienticemos acerca de esta odiosa realidad, de la que uno de mis lectores, en un correo que me envió, achacó también a nuestros flamantes parlamentarios.

Averiguando en Google apareció que el puente de Chirajara de dos carriles y un solo sentido vial tendría 466 metros de longitud. Supongamos una velocidad promedio de 80 kilómetros por hora, lo que equivale a que en cada minuto se recorren 1,33 Km, igual a 1.330 metros, luego ese costosísimo puente atirantado se recorrería en aproximadamente 20 segundos. La otra calzada de dos carriles de esa nueva autopista seguiría siendo la segunda calzada de esa carretera, que también cuenta con un puente mucho más corto y menos espectacular, y cuyo tramo de calzada, según Google Earth, tiene una longitud de algo más de un kilómetro, luego se transita en aproximadamente un minuto.

También de acuerdo a información sacada de Google, el costo de dicho puente era de $75.000 millones, un valor súper elevado para ser uno más de esa autopista.

Comparemos ahora ese puente con uno que no existe, y supongo que ni en planos, porque he procurado averiguar por su diseño y no lo he logrado, como lo es el necesarísimo puente entre Puerto Giraldo y Salamina. Aquel puente (así llamaremos al de Chirajara) no salva un río, el nuestro (llamaremos así al inexistente), atraviesa el río Magdalena. Aquel se encuentra en el departamento de Cundinamarca, el nuestro une dos departamentos, Puerto Giraldo en el Atlántico y Salamina en el Magdalena. Aquel es solo para ampliar una vía actual de una calzada y dos carriles, el nuestro es para evitar el paso de los vehículos en un viejo y peligroso planchón. Aquel acorta la distancia en 20 segundos, el nuestro la acorta en dos o más horas. Aquel es para darle solución de continuidad a una tremenda autopista a la que se le han construido y están construyendo 46 puentes y viaductos más, así como 18 túneles; el nuestro solo debe ser complementado con la ampliación del llamado puente de Pivijay. ¡De un solo carril! Que es otra bofetada al Caribe, y se encuentra en la vía que une nuestra carretera Oriental con la Ruta de Sol II a la altura de Fundación.

Aquel es para acortar la distancia entre Bogotá y Villavicencio. El nuestro es para acortarla, pero entre la Costa Caribe y el centro del país. Y es esta última la razón para que ni siquiera lo consideren necesario. La maldita discriminación centralista con el Caribe. ¿Y cuándo ampliarán la insufrible carretera entre el puente Pumarejo y Ciénaga? La pregunta no es: ¿El nuevo puente para cuándo?, sino ¿El nuevo puente para qué?

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