El sentimiento y acciones dirigidos a ayudar, a mejorar y a apoyar a las personas que se encuentran en condiciones difíciles de manejar etapas críticas que repercuten o influyen principalmente en la salud, o el bienestar de las personas, ha sido reconocido como uno de los que mayormente deja en las personas un sentimiento interior de tranquilidad, equilibrio y satisfacción, elevado por encima de las ganancias materiales y perecederas que constantemente buscamos en la tierra. Es la solidaridad, algo superior que nos lleva a acercarnos de tal forma a otras personas, que cuando es verdadera, nos permite ingresar en lo más profundo de los demás, sus sentimientos, lo que nos lleva a actuar simultáneamente como si fuéramos una sola voz, y colocándonos lo que material y espiritualmente podemos hacer por ese gran número de personas, que en vez de disminuir aumenta en nuestra querida Colombia.
Son alrededor de 7.000 guerrilleros que tendremos que ayudar ahora, sin distinciones, unos malos y otros buenos, de cuya condición tampoco se salvan sus propios jefes, de quienes algunos dicen que tienen millones de pesos, con una fortuna incalculable, pero hasta el momento no claramente identificada.
¿Será que algún día serán capaces de mostrarla o entregarla aun cuando sea para el beneficio de los propios guerrilleros y de sus víctimas, que observaron desprevenidos, durante años el ver grandes ingresos, por secuestros, trafico de drogas, robos, etc., y sufrir en medio de la selva grandes sacrificios y circunstancias de vida salvaje, mientras afuera, el que menos se imaginaban ya tenía un celular? Me da dolor semejantes escenas que se muestran heroicas, pero impactantes, salir de la selva a entregar las armas a vivir en cambuches, o a comer alimentos que en cualquier momento se pueden dañar, con niños y embarazadas.
Creo que la ley debería juzgar las acciones de los jefes, y tratar de reformar a aquellos que llevaron la peor parte, los verdaderos combatientes de una guerra, que ahora pareciera va a terminar. Los acuerdos están divididos en la opinión de los colombianos, estos han sido hechos por personas que ostentan la representación de un país dividido, las bondades y consecuencias apenas empiezan a verse, con una preparación defectuosa para recibir a los combatientes, en presencia de las representaciones internacionales. No estamos preparados, después de más de dos años de conversaciones, aún con grandes donaciones internacionales, y de gastos presupuestales desconocidos.
Mientras tanto, los desplazados siguen esperando un almuercito o una casita regalada; los presos, con los más elevados porcentajes de hacinamiento, ya no caben en las cárceles; los hospitales públicos, en una de las peores crisis de la historia, no tienen recursos para su funcionamiento. Las EPS, unas ricas, y otras, quebradas, liquidadas o cerradas, después de haber dilapidado los recursos de la salud no tienen ni la mínima aceptación de los afiliados. La situación de inseguridad extrema se quiere combatir equivocadamente, únicamente con la Policía.
Pero lo que es peor, no ha habido solución para nuestros niños desnutridos o con cáncer, que se nos mueren sin atención, día a día, como víctimas del subdesarrollo. Muchas otras enfermedades diezman nuestra población, y mientras tanto la corrupción se introduce en todos los estamentos. La pelea entre los líderes políticos es encarnizada para sus aspectos personales, y aparentan una lucha por el pueblo; los padres de la Patria se reparten en forma vergonzosa, desde arriba, los presupuestos, y organizan leyes para sus propios beneficios.
Únicamente el sentimiento de la solidaridad, inherente a la especie humana y a algunos animales, nos podrá salvar; deponer todos los logros personales para ayudar a quienes nos necesitan es una obligación perentoria y urgente.
La solidaridad no es una dádiva, es algo más importante que nos hace sentir mejor, más de lo que las cosas superfluas del mundo nos ofrecen. Despertar la solidaridad es un renacer, pensemos que cada uno, en la medida de sus posibilidades, debe ser solidario. En ese momento, estaremos por encima del espejismo de los beneficios terrenales. El número de personas solidarias tiene que aumentar, por ellas muchos niños han podido sobrevivir. En nuestro caso particular, la Fundación Andrea y Vanessa, Casa hogar, esperamos seguir contando con la generosidad y desprendimiento de las personas solidarias con el dolor ajeno.
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