No hay un prototipo de familia en Colombia, esto lo tiene claro Virginia Gutiérrez de Pineda hace décadas. Las familias wayuu de La Guajira, por ejemplo, tienen unas características de matrilinealidad tan marcadas que el tío materno puede ser una figura más importante que el padre. Basta ver familias andinas y de la Región Caribe para darse cuenta de las distintas dinámicas de relación que se terminan expresando hasta en la manera de llevar en brazos a los bebés. La mecedora es una pieza fundamental en la crianza en algunas regiones en las que acostumbramos a arrullar a las niñas y niños, mientras que en otros lugares apenas los cargan. 

El ejercicio de la maternidad y la paternidad cambia de una familia a la otra, muchos fuimos criados por nuestras abuelas hasta el punto de decirles mamá. En muchísimas casas jamás se conoció la presencia de un padre y fueron las mujeres las que levantaron a sus hijos y a los hijos de sus hermanas, como una cría colectiva en las que no se distinguían los hijos de una y los de la otra. Esos primos, por supuesto, fueron hermanos. En otras casas el compadrazgo es importante y los padrinos ejercen un papel de autoridad y respaldo, un vínculo que no está refrendado en ninguna ley, pero que existe. 

En algunos lugares rurales, los compañeros de bautizo son como hermanos. Haber sido bautizados el mismo día marca un vínculo que no se termina de entender en ninguna norma. Hay familias en las que las mujeres no solo crían a sus propios hijos, sino que crían a los hijos que sus compañeros tienen con otras mujeres en relaciones extramatrimoniales. Hay hombres que tienen dos familias. En algunos casos funcionan de manera secreta, en otros las dos familias tienen una relación indeterminada, de platos compartidos con poquitos de comidas especiales en Semana Santa y en Navidad. Una suerte de complicidad y de compañerismo. Hay familias conformadas por dos hombres que se aman, como la de unos primos que tengo. Son amorosos, respetuosos y tienen buen sentido del humor. También hay familias formadas por dos mujeres que se aman, como la de unas grandes amigas, que –por cierto– acaban de adoptar un perro. De hecho, hay familias que no tienen hijos sino perros. 

He visto familias poliamorosas, que no son formadas por una pareja sino por tres personas. También he visto familias formadas por amigos, gente que se quiere, no son pareja y tampoco tienen vínculo de consanguineidad. Hay familias de madres solteras, como la que mucho tiempo tuve con mi hija mayor. Algunas familias son formadas por un hombre y una mujer, como la que tengo con mi hijo menor. Se me van los 2.900 caracteres de esta columna hablando de la diversidad de las familias colombianas y no termino. Si el tal Ministerio de la Familia se hace realidad, tendrá que ser de las familias, de todas las familias, de lo contrario será un adefesio ultra conservador, anacrónico e inconstitucional hecho a la medida del fundamentalismo de la peligrosa ideología de género del patriarcado heteronormativo, esa, que hasta muertos ha puesto.

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