La reunión entre el presidente Duque y Pompeo demostró una vez más lo obvio: Estados Unidos ha tomado a Colombia, para decirlo de una manera suave, como punta de lanza en su estrategia final contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. Lo demás también es obvio: era necesario matizar su propósito real con el tema de los cultivos ilícitos, que han vuelto a absorber los puntos de la agenda bilateral. Sin negar la importancia de tener éxito en la erradicación de cultivos ilícitos, la pregunta de fondo es: ¿cuál es el beneficio –o el peligro para nuestro país– de liderar esta estrategia contra el presidente de Venezuela, cuyo desprestigio ya es universal, con la excepción de las dos potencias que lo respaldan, China y Rusia?
Serias preocupaciones existen en Colombia sobre esta estrategia que ha aceptado y adoptado el Gobierno nacional, sin medir claramente sus costos frente a los beneficios que traería para este país. Acelerar el proceso de inmigración de ciudadanos del país vecino es un tema que requiere muchas más evaluaciones sobre lo que están viviendo tanto los venezolanos que llegan en condiciones precarias a nuestro país, como los colombianos que han sido desplazados de su trabajo por esa actitud reprochable de los patronos que aprovechan la situación para violar la ley laboral.
Es innegable que en sectores como el de la salud, el gobierno viene haciendo esfuerzos para atender a inmigrantes que demandan estos servicios y especialmente a enfermos con dolencias que ya se habían reducido en Colombia. Pero en otras áreas como la educación y la alimentación escolar, la tarea está por realizarse en estas actividades que sufren de grandes limitaciones para cumplirles a los niños y jóvenes colombianos. Una afluencia mayor de venezolanos, que parece ser el objetivo de los Estados Unidos para debilitar más a Maduro, puede ser una tarea imposible de atender para Colombia.
Pero el tema más relevante es si a nuestro país, que no pasa por su mejor momento, le conviene ganarse a enemigos tan poderosos como China y Rusia y terminar en un conflicto armado con Venezuela, que ha sido nuestro país hermano, lleno además de colombianos. Esa confrontación puede que le sirva a Estados Unidos en su propósito de ir minando aún más a ese pobre país, cuyo dolor ciudadano parece preocuparle poco. Pero para Colombia, cuyo gobierno y especialmente su ministro de Defensa, ya habla de armarnos invirtiendo recursos que se requieren en otras áreas, es la peor aventura en la que puede involucrarse. Pecar de ingenuos para complacer al gobierno norteamericano es uno de esos inmensos errores que el presidente Duque no puede cometer.
Es bueno que el gobierno colombiano sepa que esta agenda, aparentemente oculta entre el presidente Duque y Pompeo, es obvia para los analistas de nuestro país de todas las tendencias, porque bobitos no somos. Con temor, se están siguiendo los pasos que puedan estarse dando en la peligrosa dirección descrita.
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