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Opinión

Se desplomó Uniautónoma

Si hay un capítulo vergonzoso en la historia de la educación superior de Barranquilla es el del desfalco permanente en la Universidad Autónoma del Caribe. El nuevo episodio de esta historia de corrupción involucra a varios funcionarios que hacían parte de una red que delinquía al interior de la Universidad, mediante el manejo irregular de unos cinco millones de dólares de las matrículas de los estudiantes. Hasta cuando escribí esta columna, nueve funcionarios habían sido capturados por la Fiscalía con cargos de enriquecimiento ilícito, corrupción privada, administración desleal, falsedad en documentos, concierto para delinquir con fines de enriquecimiento ilícito y estafa. Y el exrector Ramsés Vargas fue capturado este domingo.

Todos los delitos de la señora Gette, protagonista del primer episodio, son ampliamente conocidos, y la casa por cárcel en donde se supone recluida es una mansión que tiene 900 metros con toda clase de lujos. Con razón se atreve a decir “que todos sean medidos con la misma vara”. El segundo es la actuación del otro exrector, Ramsés Vargas. Para algunos ingenuos, con su nombramiento podría aliviarse la situación de la universidad, pues Vargas tenía más de 18 años de experiencia en la gestión de organismos internacionales y en la gerencia de programas de desarrollo económico, trabajó con el BID, las Naciones Unidas y el Gobierno Británico.

La decepción fue total cuando a mediados de 2017 profesores y funcionarios denunciaron el atraso en los pagos de nómina por periodos de dos y tres meses, hasta llegar a la situación actual. El método perverso de Vargas consistió en reformar los estatutos para poner en marcha una medida administrativa con la cual se autorizaba el recaudo de las matrículas en dinero en efectivo. Vargas hizo un manejo desleal de unos cinco millones de dólares de las matrículas de los estudiantes. Además, con un nepotismo vergonzoso: sus padres, hermanos, tíos, primos y primas, cuñados de sus primos y familiares en distintos grados de consanguinidad y afinidad desempeñaron más de 40 cargos en la universidad.

A estas alturas vale la pena preguntarse si la ciudadanía barranquillera no ha sido particularmente permisiva ante estos dos capítulos penosos de esta universidad. Sanción social no hubo durante mucho tiempo frente a las actuaciones de la señora Gette, quien llegó a pensar en un alto cargo público con la ayuda de algunas personas. Y en el caso de Ramsés, su despliegue de protagonismo –que empezó a generar sospechas en algunos–, aparentemente tampoco dio origen a cuestionamientos cuando había tiempo para frenar el despilfarro. Doctorados Honoris Causa y otros actos no merecieron análisis.

Todos estos casos de corrupción y malversación de fondos deben hacer que la sociedad genere una reflexión y analice que quien paga son siempre los débiles, y en este caso son los estudiantes y profesores que no participaron de este festín. Con el silencio solo se está siendo cómplices.

cecilia@cecilialopez.com

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