La paz salió de la agenda de los colombianos cuando aún, sin negar los grandes avances logrados, falta un largo camino que permita construir el posconflicto, paso definitivo para enterrar la guerra. Pero más que entrar en las causas de esta situación, lo que llevaría a activar la polarización, los odios, las descalificaciones y las mentiras que abundan, es mejor empeñarse en la tarea de revivir la paz. La primera luz de esperanza ha sido el encuentro no organizado, espontáneo, convocado por un “voz a voz”, que se llevó a cabo en la mañana del 20 de febrero en el Centro García Márquez. Se subestimó la acogida que tendría este llamado que terminó reuniendo de nuevo a los miembros del partido Farc, a los negociadores y a todos aquellos que, como señalan algunos medios, representaban el regreso del Sí por la paz.
En medio de un ambiente de esperanza nació ‘Defendamos la Paz’, que es la expresión ciudadana de retomar de nuevo esa bandera que muchos, si no la mayoría de los asistentes, ven peligrosamente amenazada. En este encuentro no hubo reproches, ni violencia verbal, sino más bien entusiasmo al reconocer que este tema no puede caer en el olvido. Sobre todo, cuando falta tanto para construir una sociedad solidaria y civilizada, que resuelve sus contradicciones de manera pacífica e inteligente.
Contrario a los argumentos que abundan en estos momentos de la vida colombiana, en este recinto salieron a relucir los logros del Acuerdo de Paz, que cada día se ignoran más: la disminución de la violencia de la guerra, la conversión en partido político de las Farc, la puesta en marcha del sistema de justicia y verdad para las víctimas. En otras palabras, esa apertura democrática que le ha abierto al país la posibilidad de protestar sin ser estigmatizado. Eso que algunos llaman “protesta social”, que no es sino la voz que estuvo callada por más de 50 años.
Probablemente uno de los logros más destacables es el reconocimiento de los retrocesos que vive la paz en estos momentos, no solo como una etapa natural sino como producto del resurgimiento de esas fuerzas que tratan de debilitarla. Frente a ello se planteó el reto de revivir la paz, de asegurar en manos de la ciudadanía la consolidación del Acuerdo de Paz y de proteger de manera civilizada esa institucionalidad novedosa que asegurará que operen las vías previstas para lograr la convivencia pacífica de los colombianos.
Empezó entonces esa tarea impostergable de los demócratas de este país: lograr que cese esa sensación de desolación que se siente actualmente en quienes no queremos ni la guerra, ni el paramilitarismo, ni el odio, ni la agresión. Queremos constituirnos en esa fuerza positiva que reconstruya la esperanza de esa Colombia nueva. Solo falta que este tipo de encuentros se reproduzcan en la región. Y, ¿por qué no empezar en el Caribe que ha puesto durante décadas, tantos líderes asesinados, mujeres violadas, niños abandonados y pueblos enteros desplazados?
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