La crisis de los partidos políticos, incluyendo la debilidad del Centro Democrático, partido en el poder, plantea un escenario particular para las próximas elecciones de gobernadores y alcaldes del país. Este escenario, que es evidente a nivel nacional, puede tener particularidades en las diferentes regiones, donde el gamonalismo tiene sus expresiones más claras y con frecuencia perversas. Los numerosos casos de corrupción que han llevado a Colombia a perder posiciones en términos de transparencia, de acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción 2018, lo demuestran. Si en nuestro país la democracia tiene serios problemas, la captura de regiones por parte de familias y clanes políticos es la característica más clara de la forma malévola en que se ejerce la política y se eligen dignatarios en departamentos, municipios, asambleas y consejos municipales.
Algo particularmente preocupante se empieza a observar en algunos departamentos y capitales: está quedando en evidencia el acelere en que anda el Centro Democrático, con el expresidente Uribe a la cabeza. Las diferencias ideológicas se borran por completo y solo importa llegar al poder. Preocupante, muy preocupante porque este tipo de alianzas son la expresión más evidente de la politiquería. Desgraciadamente la Región Caribe empieza esta lista de contubernios, cuyo único fin es manejar recursos y puestos, independientemente del norte que deban tomar estos territorios y el impacto sobre su población. Para ser equitativo, Antioquia también se le une.
Ya se ha denunciado en varios medios nacionales que caminan fuertemente arreglos entre el Centro Democrático y la casa Char, que a pesar de haberse identificado con Cambio Radical siempre le ha coqueteado a quien ostenta poder, como el expresidente Uribe. Todo esto adquiere mayor fuerza si se trata de apoyar candidatos débiles y no la mejor opción, aún dentro de estas ideas derechizadas que promueve el partido en el poder. Es hora que la ciudadanía identifique la importancia de las elecciones de octubre y se tome la molestia, por su propio bien, de analizar cuidadosamente a los candidatos y no solo las fuerzas políticas que los apoyan.
Cuando los candidatos a posiciones de poder no muestran el liderazgo que se requiere para asumir responsabilidades tan grandes como manejar una ciudad o un departamento, lo que sucede es que termina manipulado por quienes lo impulsaron. Este es el punto que deben tener en cuenta los electores, porque así no lo vean en un principio, la gente del común es la que termina pagando los costos de una mala elección.
Además, es necesario reconocer que la permanencia eterna de un grupo político en el manejo de posiciones de poder no es sana. La democracia aquí y en Cafarnaúm necesita claramente del relevo de sus mandatarios porque definitivamente el poder, con demasiada frecuencia, corrompe cuando se cree que es eterno; y si no, lleva a decisiones que no siempre tienen en cuenta las demandas de quienes han estado excluidos. Ojo con eso, señores electores.
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