Bien. Te fuiste a la playa o te quedaste tomando cerveza en la casa.
Lo hiciste otra vez.
Cuando la historia más te necesitaba, te hiciste el de la vista gorda. Y como siempre, nada te importó.
Hoy vives en una democracia muy triste. Tal vez, la más apagada de la sociedad occidental.
Te lo dijeron: vas a elegir a un candidato inhabilitado que estaba apoyado por políticos condenados por paramilitarismo y malversación de recursos.
Te lo dijeron por todos los medios (nacionales, claro, porque la ciudad ni prensa tiene).
Pero no. Dejaste que 72.000 ciudadanos comprados por los gamonales decidieran, y que lo hicieran no por los 749.593 que estaban aptos para votar sino por el millón y medio de habitantes que debe tener Cartagena.
Por ahí dijeron que no confiabas en ningún candidato. ¿Preguntaste por sus hojas de vida? ¿Averiguaste por sus propuestas? De ser así, habrías acudido masivamente a las urnas y si ninguno de ellos te convencía, votado en blanco.
Pero esa no era la idea. No te importa la democracia. No te importa nada.
Mírate. Mira el desempleo que se entretiene en el Palito de Caucho. Mira la desazón de las calles. Mira la pobreza lánguida del mercado. Mira la complejidad del transporte urbano. Mira la tragedia de las niñas embarazadas a edad temprana. Mira las avenidas cada vez que hay un aguacero. Mira cómo empiezan a adjudicar los contratos (¿ya viste quiénes están en la foto del proyecto de protección costera?).
¿Sabes qué pienso? Qué no confiaste en la posibilidad que tenías de cambiar tu historia miserable.
¿No creías en los políticos? Sencillo. Ahí estaban los otros. Ahí estabas tú mismo que podías ser una opción.
En cambio te echaste a un lado. Y ganó la tula. Ganó la corrupción.
Era muy fácil: si los cartageneros de bien se levantaban, los Montes, los García, el otro García, los Cáceres, los Turbay, los Blel, los turcos, los gatos, no pasarían.
Pero los dejaste avanzar. Que hagan con la ciudad lo que quieran. Y ellos, que sí saben para qué funciona la democracia, actuaron de nuevo.
Son tan poderosos que desafiaron a todo el mundo: a la prensa (la nacional, claro, porque en Cartagena hay uno o dos periodistas decentes), al procurador General de la Nación, y triunfaron.
Al final pasó lo que debía pasar: ganó la coalición de fuerzas oscuras, integrada por el Consejo Nacional Electoral (que no falla en derecho sino en favor de los políticos que recomiendan a sus magistrados), los políticos condenados que gobiernan en cuerpo ajeno, los carteles de la contratación que van por su tajada y unos ciudadanos apáticos e indiferentes.
¿Qué viene ahora? El procurador suspenderá al alcalde electo, el presidente encargará a uno de la coalición macabra, y se feriarán todos los contratos. Y tú, como si nada. A esperar que venga otra elección para irte a la playa o escuchar champeta. Por eso de ti no hablo más. Honestamente, das pena.
@AlbertoMtinezM
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