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La Colombia feliz

En Colombia es tan difícil elegir cómo vivir. Tal vez porque ser optimista no termine siendo suficiente para triunfar o, al menos, para salvarse de la muerte temprana e injusta. Nos hemos acostumbrado a despertarnos y a acostarnos rodeados de historias inverosímiles, lo que para nosotros no es más que lo mismo de siempre. 

Nada más con ver o escuchar las noticias del día a día en el país donde la alegría se come y las penas se bailan entre el hambre, la violencia, la impunidad, o el desempleo, el resultado de la encuesta Gallup International que dice que Colombia es el país más feliz del mundo, inevitablemente, parece un chiste. Pero deja de parecerlo si se observa que la percepción de felicidad como ausencia es quizás la que mejor nos define, entendiendo que lo que nos hace a los colombianos reconocernos en un 79 % como personas felices no es justamente lo que tenemos, sino más bien todo aquello de lo que carecemos. 

La tradicional medición de fin de año -realizada desde 1979 por la firma encuestadora- esboza nuestras carencias, alimentadas por la expectativa de un mañana mejor en un territorio repartido en trozos desiguales, aplíquese donde se quiera esta metáfora no metáfora. El que uno no pueda ir por la calle tranquilo hablando por celular, o simplemente existiendo, sin temor de ser abordado por individuos que le amedranten con un arma blanca o una de fuego para quitarle sus pertenencias es apenas una escena de las miles que adolecemos. Sin embargo, somos felices.  

Pero ¿qué es la felicidad? ¿Un objetivo, una ilusión, un desafío, un camino, o un oasis en medio del más horrible desierto? Me pregunto cuántos colombianos viven para ser felices y cuántos son felices para vivir. Seguramente, la gran mayoría ha resuelto ser feliz para vivir; lo cual es lo mismo que resistir el más enorme peso aun con una sonrisa. 

Hace apenas unos días, en la madrugada del 24 de diciembre, una joven periodista que trabajaba como asesora de comunicación de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en Colombia fue víctima mortal de la delincuencia común. Natalia Castillo Preciado se describía a sí misma como “idealista, soñadora, viajera, libre de toda libertad”. Pero a sus 31 años, sus sueños volaron con ella a otra esfera, esa de la que no se regresa nunca. Y el fatal desenlace no se debió a otra cosa más que a vivir en el país más feliz del mundo. 

En Colombia es tan difícil elegir cómo vivir. Tal vez porque ser optimista no termine siendo suficiente para triunfar o, al menos, para salvarse de la muerte temprana e injusta. Nos hemos acostumbrado a despertarnos y a acostarnos rodeados de historias inverosímiles, lo que para nosotros no es más que lo mismo de siempre. Aquí se ha normalizado todo. La agresión, el secuestro, el robo, la extorsión, el asesinato… En fin, todo lo que de algún modo represente violencia y transgresión de los derechos humanos. 

Para Leibniz, el mundo existente era «el mejor de todos los mundos posibles», con sus múltiples desgracias y tragedias. Me pregunto si la Colombia existente es la mejor de todas las ‘colombias’ posibles… 

@cataredacta

 

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