Esperanza, lobos y ovejas
Esa metáfora que nos hace lobos a los humanos nos acerca a la explicación de la sociedad como organismo, como problema y como selva. La política no es la culpable del accionar egoísta y mezquino de los políticos. Es la necesidad innecesaria de ganar más que el otro, de poseer más bienes, de demostrar más poder y de aglutinar más logros -por simple vanidad- la que termina haciendo que los más fuertes impongan sus objetivos muy por encima de los más débiles.
A pocos meses de las elecciones presidenciales es mucha la confusión que reflejan las coaliciones establecidas, y muy poco lo bueno que proyectan los partidos políticos colombianos, que cada vez más dan muestra de la minúscula importancia que para ellos tiene el desarrollo de la nación frente a los intereses particulares de cada quien. El reciente enfrentamiento entre Alejandro Gaviria e Íngrid Betancourt, ambos de la mal llamada Coalición Centro Esperanza, es un ejemplo perfecto para ilustrar el estado actual de la política en Colombia: cero esperanza y más lobos que ovejas.
En el debate público organizado por Semana y El Tiempo, la precandidata presidencial del partido Verde Oxígeno (otro nombre mal puesto) le dijo al exministro de Salud -quien ha sabido desvirtuar su estatus de académico- que él ha estado aceptando el apoyo de gente que a ella le «preocupa muchísimo». En respuesta, Gaviria la llamó hipócrita y oportunista, dos adjetivos que bien describen lo que en su mayoría son quienes están en la esfera política del país (incluido el mismo Gaviria, obviamente). Ahora, una pregunta filosófica: ¿el problema es la política o es el hombre en sí mismo?
«El hombre es un lobo para el hombre», según Thomas Hobbes en El Leviatán. La trascendental frase, extraída por el filósofo inglés de Asinaria -o La comedia de los asnos, de Plauto-, habla de ese estado natural del ser humano que lo impulsa a una lucha constante contra el resto de los mortales. Desde la visión de Hobbes, el hombre es presa de su propio salvajismo, de ese animal feroz que yace en sus entrañas y que ruge cada vez que siente que debe marcar territorio o cazar otros ‘animales’ para sobrevivir y alimentar a su manada.
Esa metáfora que nos hace lobos a los humanos nos acerca a la explicación de la sociedad como organismo, como problema y como selva. La política no es la culpable del accionar egoísta y mezquino de los políticos. Es la necesidad innecesaria de ganar más que el otro, de poseer más bienes, de demostrar más poder y de aglutinar más logros -por simple vanidad- la que termina haciendo que los más fuertes impongan sus objetivos muy por encima de los más débiles.
En Colombia, un territorio habitado por más de cincuenta millones de personas, la mayoría de su población parece tener más deberes que derechos, carece de educación de calidad y suma muchísimas más preocupaciones e inconformidades que soluciones y alternativas para progresar. No es necesario expresar inquietudes cuando existe una verdad manifiesta. El exceso de lobos es el porqué de tanta miseria.
Jean-Jacques Rousseau dijo: «El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe». El pensador francés, que huérfano de madre desde niño y fugitivo a sus dieciséis años protagonizó una vida compleja y sufrida, expresó una idea que deberíamos abrazar conscientemente. A lo mejor, si los políticos entendieran a Colombia como un organismo compuesto por millones de células vivas, el tejido social del país, lejos de ser canceroso, sería de verdad esperanzador.
@cataredacta
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