¿Cuántos tiroteos más?
Que esa peligrosa y desmedida anotación fuera incluida en la Constitución a finales del siglo XVIII quizás es entendible. Pero que con el tiempo no solo siga allí, sino que se haya fortalecido ubicándose en la categoría de derecho individual inalienable -tal como la libertad de expresión o de culto-, es una demostración más de que el mundo cree avanzar mientras retrocede; de que las leyes no deben ser sagradas cuando transgreden la humanidad; de que nada tiene sentido si el derecho a la vida está en riesgo latente.
Los números hablan por sí solos. En lo que va de 2022, Estados Unidos ha sido el escenario de más de trescientos tiroteos, que han dejado decenas de víctimas mortales y que reafirman la idea de que la protección al derecho de los estadounidenses a poseer y portar armas de fuego es una amenaza permanente para la seguridad y la vida de los mismos estadounidenses.
El reciente ataque que tuvo lugar durante una celebración del 4 de julio en Illinois, donde siete personas fueron brutalmente asesinadas y decenas resultaron heridas, no debe ser uno más. Debería ser el último. Según el Gun Violence Archive (GVA), en 2021 hubo 692 tiroteos masivos; 28 de ellos dejaron al menos cuatro o más víctimas mortales. ¿Cuántos tiroteos más son necesarios para frenar tanta locura?
El Independence Day de este año fue una fiesta agridulce. Con el sabor amargo de la muerte o de las pérdidas humanas como consecuencia del uso indiscriminado de armas letales. Estados Unidos se ha destacado en la historia mundial como un país de avanzada, pero sus adelantos científicos y tecnológicos, entre tantos otros, pierden significación si se les compara con su atraso en la concepción de la protección y la preservación de la vida humana.
Fue en 1791 cuando apareció la Segunda Enmienda en la Constitución de los Estados Unidos. Una sola frase, breve y escueta, dictó la sentencia de muerte de personas inocentes, cuyo único pecado fue haber estado en el lugar y en el momento menos indicado para morir a manos de quien un mal día decidió salir de casa armado, justo porque la ley lo avala: «Siendo una milicia bien regulada necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe ser infringido».
Que esa peligrosa y desmedida anotación fuera incluida en la Constitución a finales del siglo XVIII quizás es entendible. Pero que con el tiempo no solo siga allí, sino que se haya fortalecido ubicándose en la categoría de derecho individual inalienable -tal como la libertad de expresión o de culto-, es una demostración más de que el mundo cree avanzar mientras retrocede; de que las leyes no deben ser sagradas cuando transgreden la humanidad; de que nada tiene sentido si el derecho a la vida está en riesgo latente.
Según la organización suiza Small Arms Survey, por cada cien estadounidenses hay 120 armas de fuego. En el país de las maravillas, donde los sueños de millones se hacen realidad, el número de armas de fuego supera a la población; es decir, hay 393 millones de armas frente a 328 millones de seres humanos.
El primer tiroteo masivo de este año fue en Milwaukee, el 23 de enero. A la triste lista se sumaron el de Dumas, Arkansas, el 19 de marzo; Sacramento, el 3 de abril; Brooklyn, el 12 de abril; Milwaukee, el 13 de mayo; Búfalo, el 14 de mayo; Laguna Woods, California, el 15 de mayo; Uvalde, Texas, el 24 de mayo; Tulsa, Oklahoma, el 1 de junio; Filadelfia, el 4 de junio; Harlem, el 20 de junio; Newark, el 30 de junio, y el de Highland Park, Illinois, el 4 de julio… ¿Cuántos más son necesarios?
@cataredacta
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