A mediados del siglo pasado, el comercio de Barranquilla estaba concentrado en los callejones del Progreso y 20 de Julio, entre el Paseo Bolívar y la calle de Jesús, en la zona conocida como El Centro. Subiendo por 20 de Julio estaban estos negocios: el edificio Pielroja de la Cía. Colombiana de Tabaco, con un enorme aviso con la cara de un indio. En la otra esquina, el edificio Muvdi. El Almacén Philco de Juan Isaza.
Calzado La Ducal, de Tomás Molinares. La Farmacia Roma, de un Sr. Viccaría y luego fue Farmacia Guevara de Marcelo Guevara. La Gran Vía, negocio de ranchos de Pepe Paternostro. La venta de carros de Carlos Dieppa, La Óptica de Floro Manco, ciudadano italiano que fue uno de los precursores del cine en Colombia. El Edificio Matera de la familia Matera, donde estaba el Almacén Tropicana del español Antonio Escribano, picaresco columnista de EL HERALDO, de grata recordación. El Almacén Tía. El Almacén Mogollón que gerenciaba Ignacio Segovia. Y en la esquina de San Juan el famoso Bar Metropol. En frente, el Club Barranquilla cuyas amplias terrazas sobre 20 de Julio eran el rendez vouz de los socios mayores, quienes a las 6 de la tarde se reunían a conversar, vestidos todos de blanco y con el sombrero de la época.
Lo único que no era blanco, aparte de alguna corbata negra o gris, era alguna ‘blonda’ negra en el brazo del saco; lo cual indicaba que la persona estaba de luto: en frente; la Cía Colombiana de Electricidad, la panadería La Flor del Trigo de las hermanas Martínez Aparicio. Y la famosa Librería Nacional, otro rendez vouz de lectores, que tenía también una magnífica sección de refrigerios. Y en frente el Almacén Murcia con su lema: “Su radio será un Phillips y Murcia se lo vende”.
Antonioacelia32@hotmail.com
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