El Heraldo
Opinión

Patrimonios

“Los patios y su antigua certidumbre,/los patios cimentados/en la tierra y el cielo./Las ventanas con reja/desde la cual la calle/se vuelve familiar como una lámpara./Las alcobas profundas/donde arde en quieta llama la caoba/y el espejo de tenues resplandores/es como un remanso en la sombra./Las encrucijadas oscuras/que lancean cuatro infinitas distancias/en arrabales de silencio./He nombrado los sitios/donde se desparrama la ternura/y estoy solo y conmigo”. Como Borges, todos hemos sentido que volver a la casa de la infancia es una forma de recobrar el tiempo ido, en cierto modo, una forma de eternidad.

Hay un auge de la idea de una nueva Barranquilla pese a que, en 2018, la agencia Fitch Rating redujera su calificación a BBB- la más baja en grados de inversión. Eso en cuanto a indicadores económicos; sin embargo, esta Curramba soñadora y particular es algo más que indicadores económicos, y así, este universo hecho de olores y sabores, de dinamismo e indolencia, de ingenio e ineptitud, sobrevivió a pesar de los años en que fue desfalcado impunemente. Esta Barranquilla que hoy despierta el interés de un país que –impasible ante el centralismo que apagó el fuego de sus ínfulas creativas– la miró con desdén durante lustros, es la misma, y es otra. Más allá de las componendas que pudieran persistir en el manejo de las finanzas distritales, el espíritu de la ciudad ha ido retomando su identidad, un elemento fundamental que en el caso nuestro no está sujeto a una tradicional oferta turística, sino a su esencia, que bien podría ser la misma del Carnaval: quien la vive es quien la goza. Y en ese goce tiene un papel definitivo la posibilidad de reencontrar en la ciudad los sitios donde, como dijo Borges, se desparrama la ternura, los lugares que en la memoria hacen las veces de eternidad.

Mucho se ha hablado de zonas patrimoniales y del tratamiento urbanístico que deberá transformar su uso conservando la estética de la época. Sabido es que las ciudades inolvidables lo son porque tienen una particularidad que las hace únicas; un encanto secreto que, en el caso de Barranquilla, está ligado a los conceptos arquitectónicos que marcaron un hito en el país y, sobre todo, definieron el estilo de vida de los barranquilleros. En sus casas permanecen las memorias que vivifican nuestro sentido de pertenencia, por tal razón es inexplicable que, mientras se habla de POT y de planes de preservación, desaparezcan al tiempo ciertos inmuebles sin que nadie diga nada. En el 2017 salió a la luz el debate que había al interior de la Cámara de Comercio por la venta de su sede del barrio Prado. Sin embargo, pese a haber sido una casona de la Barranquilla progresista de otros tiempos, a la vista de todos se convirtió en un inmueble más lleno de acero inoxidable, la sede de una firma de abogados que arrasó con otra parte del patrimonio emocional de la ciudad, tan importante como el patrimonio arquitectónico.

berthicaramos@gmail.com

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