El primer y último encuentro de Borges y Sábato después de veinte años de enemistad e indiferencia” se titula un artículo publicado recientemente sobre un reencuentro concertado, en 1975, entre Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato. La conversación entre los escritores –a mi parecer una serie de egocéntricos regodeos de aquellos que resultan naturales entre pares– comienza con una afirmación de Borges, una de esas enunciaciones que, en época de Navidad, tiempo en que ansiamos entregarnos al ocio pleno y reconfortante, parecieran recordarnos que aún cuando estemos en el modo francachela y comilona, el mundo sigue su curso. Inicia Borges el diálogo diciendo: “La vida es soportable porque ocurre en tajadas. Uno se levanta, se afeita, desayuna. Va haciendo las cosas lentamente. Por eso la vida es menos espantosa…”.
Y vaya si tenía razón el circunspecto Borges. Si el azar no hubiera acotado la espontánea voracidad del ser humano, la vida sería espantosa. Lo más probable es que estaríamos zampándonos de un solo golpe la existencia, so pena de perecer tragados por la lujuria. Por gracia, la vida ocurre en tajadas, en famélicas porciones que consumimos con cierta dosis de indolencia. De otra manera, y con todo lo que sucede en el país, los ciudadanos de bien, que somos muchos, no sé qué hubiéramos hecho frente a este pastel enorme y putrefacto que nos ofrece diariamente la política colombiana.
Porque la cosa es más complicada cuando se trata de la política, que busca, supuestamente, el bien común. Por desgracia, en Colombia el bien común parece ser beneficio de unos cuantos y en los últimos días del año, mientras andamos en el modo francachela y comilona, el gobierno le mete el acelerador al propósito de conseguir más de 7 billones de pesos de recursos adicionales para proyectos sociales –según dice– pensando, como es usual, en recurrir al bolsillo de la clase media. Tal como afirmara Borges, la vida es soportable porque ocurre en tajadas; de no ser así, no podríamos tolerar de un solo batacazo las intentonas del actual equipo de gobierno, en cabeza del ministro Carrasquilla, por conseguir recursos para cumplir las promesas de la campaña electoral, y otras cositas. La última perla del collar es la resolución 4929 del Gobierno expedida por el Ministerio de Hacienda, mediante la cual se eliminan los subsidios de vivienda entre $105 y $340 millones a partir del 2019. Una vez más la clase media. Entre tanto, un grupo de reconocidos académicos manifiesta abiertamente sus reservas frente a “un proyecto de ley que sin mayor debate técnico concede casi 9 billones de pesos en beneficios tributarios a las grandes empresas”.
Una vez más a sectores favorecidos. El broche del collar fueron los 69 “articulitos” de la reforma tributaria aprobados anteanoche en el Senado a la velocidad del rayo, y que el país todavía desconoce. Por gracia, la vida ocurre en tajadas, o sería insoportable.
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