La simultaneidad es “la coincidencia en el tiempo de acontecimientos separados en el espacio”. Así, para los que estamos cerca del Ecuador, mientras la tierra gira a una velocidad aproximada de 1.670 km/hora, en la vastedad de cada cuerpo humano ocurre el secreto milagro de la división celular. Mientras en América los movimientos de extrema derecha se instalan de manera inquietante, en los de izquierda ya parecen escucharse agónicos estertores. Mientras Colombia sigue enfrascada en estúpidos altercados en torno a la paz, la guerra muestra de nuevo su aparataje de violencia. Mientras los colombianos continuamos respondiendo ciegamente al llamado de políticos de alta cuna y baja ética –o de baja cuna y alto vuelo–, los corruptos siguen su feria de despilfarro y apropiación. Mientras los bolsillos de los inversionistas estratégicos que operan las empresas de servicios públicos están a punto de reventar, el flujo de los raquíticos patrimonios familiares está a punto de colapsar. Es la simultaneidad. Todo coincide en el tiempo, aunque en distintos espacios.
En el caso de Electricaribe el Gobierno nacional, en su conocido andar paquidérmico, anuncia que “en este año se van a realizar importantes inversiones y adicionalmente se va a gestionar la compañía desde el punto de vista del servicio al cliente”. Pura retórica oficialista. Mientras unos días atrás se instaló en Barranquilla la nueva junta consultiva de la empresa –que tiene por objeto supervisar el cumplimiento del plan de inversiones que dé solución a la pésima prestación del servicio de energía–, los usuarios seguimos padeciendo un viacrucis interminable. Es la simultaneidad. En medio de la gozadera del precarnaval, y en representación del Gobierno, probablemente la ministra se refería a la Electricaribe urbana; a la que aún presta servicios en medio de la parsimonia de los trámites estatales. Pero, habría que extenderle una invitación al equipo de gobierno a que mire lo que ocurre en el corazón de la Electricaribe rural.
No hay que irse a los confines macondianos a buscar el modelo más perverso de servicio de energía, porque a dos pasos de Barranquilla, en el corredor turístico Barranquilla-Cartagena llamado a consolidar con el Magdalena y La Guajira el ecoturismo –un sector de esa economía naranja que tanto nombra el presidente Duque–, hay un ejemplo patético. En el área de Santa Verónica y Salinas del Rey, lugares a los que hoy llegan extranjeros y locales a practicar el kitesurf, Electricaribe hace de las suyas sin que las autoridades departamentales pongan ley. Ni siquiera se pronuncian. La constante interrupción del fluido eléctrico y los daños recurrentes, además de la amenaza de los cables energizados en el suelo, causan perjuicios enormes a los habitantes del sector, y, por consiguiente, afectan el incipiente turismo deportivo. Un caso patente de simultaneidad es que el recibo sí llega puntualmente.
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