La situación de Colombia, que parece empantanarse políticamente ante la dificultad en el trámite de proyectos que le darán viabilidad al posconflicto, se agudiza ante un Congreso que, con su ausentismo en los debates más trascendentales para el futuro del país, solo aporta al triste e insuperable sentimiento de decepción que tiene la sociedad frente a la política nacional. No les da vergüenza con el país este escenario de abierta presión de los partidos y sus políticos hacia el gobierno para pedir burocracia a cambio de la aprobación de reformas transversales a nuestra Constitución, la justicia y la democracia, como lo son la reforma política y la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz.
Esta inmerecida posición política de la que hoy gozan muchos de quienes ni siquiera son capaces de adelantar un debate serio, profundo y crítico sobre lo que vendrá para Colombia, debe traducirse en una verdadera responsabilidad política exigida desde la ciudadanía. Es ciertamente inaudito lo que sucede actualmente en el Congreso, donde senadores y representantes juegan con el quorum para saciar su sed de poder y garantizar su futuro político en las próximas elecciones, cuando su deber y obligación es representar al pueblo colombiano y garantizar el efectivo funcionamiento del poder legislativo.
Cuando se mira la lista de congresistas que han brillado por su ausencia, es claro que no es una conducta exclusiva de Cambio Radical –partido que abiertamente ha manifestado que no aprobará determinados puntos que se encuentran en debate, apoyándose en las posturas del Fiscal General– sino un comportamiento que se extiende a todos los políticos, tanto de la oposición uribista como a los que conforman los restos de la unidad nacional. El tema del ausentismo, además de ser una actuación inadmisible y una muestra del poco o nulo interés genuino de los congresistas en la justicia transicional y el sistema electoral, da cuenta de un país con una crisis de representatividad tremenda que difícilmente se puede subsanar si seguimos las dinámicas electorales enquistadas en el comportamiento político nacional.
Apartarse de estas prácticas que han llevado a la conformación de un Congreso con patente flojera colectiva es el pensamiento clave que deberá servir de base para el debate electoral del 2018, un reto frente al cual tal vez la sociedad no esté preparada, pero que debe ponerse sobre la mesa en las exigencias de la opinión pública. Es importante castigar con el voto a quienes se han acostumbrado a que el desinterés ciudadano se traduzca en carente responsabilidad política por sus acciones, único mecanismo que nos queda a los colombianos para rebatir las insolencias que protagonizan ciertos representantes y congresistas.
@tatidangond
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