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Asuntos de honor

Hay un haiku de Kobayashi Issa que dice “Ocurre en los humanos / Y también con los espantapájaros / No son derechos”. En poesía, como sucede en el universo de las emociones y sentimientos, el significado de las cosas reposa, en gran medida, en la subjetividad del lector. No obstante, la obra de todo poeta está impregnada de su experiencia existencial, y nutrida por el legado de muchas generaciones. En el caso del Japón, dicho acervo cultural está fuertemente atado a las conmociones que en el espíritu suscita la naturaleza, y a la conciencia del honor; un samurái, o guerrero japonés, acataba sin contemplaciones el código que debía observar “estaba convencido de que la más pequeña falta de honor que él pudiera cometer recaía sobre su patria, y por eso “estaba siempre dispuesto a arriesgar su vida por defender los fueros de su propia dignidad”. (A. Medrano, El honor en la cultura tradicional).

Hace un año estuve por primera vez en el país del Sol naciente, y no tardé en comprobar que, esa honorabilidad, o respeto que tienen los japoneses por lo correcto, es coherente con su manera de actuar. A los colombianos nos resulta bastante extraño que el comportamiento de una nación gire en torno a la dignidad, la sensatez, la corrección y la cortesía, entre otras cosas. Pero así ocurre en Japón, y cuando por fin conseguimos vencer esas resistencias que las taras y los temores ancestrales nos imponen, uno queda boquiabierto; maravillado al comenzar a experimentar qué distinta fluye la vida en el marco del respeto por el otro.

El azar hizo que la presentación inaugural del equipo de Colombia en el mundial de fútbol nos llevara a compartir un eufórico escenario con los japoneses. Y, claro, no hay espejo más severo que el que nos muestra las miserias que cargamos en secreto. Aunque no todos somos iguales, lo de Rusia no es ninguna novedad. Quizá el hecho de sentir las enormes diferencias, dio pie para exponer la forma en que atropellamos nuestra propia dignidad, y las voraces redes sociales se encargaron del resto. Evidentemente, aquellos que resolvieron mostrar el ingenio paisa y la viveza del colombiano para burlar la ley, se equivocaron. Sin embargo, ¿Acaso no es una realidad que la indecencia y la renuencia al respeto y al honor son asuntos arraigados en nuestra dinámica social? ¿Acaso cuántos de los que, indignados, salieron en defensa de la patria mancillada, no toleran o conviven con narcotráfico, lavado de activos, paramilitarismo o corrupción? ¿Acaso esta sociedad no tiene en consideración la opinión de un sicario reconocido? ¿Acaso “el patrón del mal” no era tenido por bienhechor? ¿Acaso muchas muñecas de la mafia no han sido celebridades? ¿Acaso los honorables congresistas no nos deshonran continuamente? ¿Acaso no hemos tenido presidentes investigados por conductas indebidas? “Ocurre en los humanos / Y también con los espantapájaros / No son derechos”. No seremos todos, pero sí son muchos.

berthicaramos@gmail.com

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