Tasajera una bomba de tiempo que ya estalló
Hace dos años escribí este artículo, cuando la bomba, aún no había estallado, con una actualización espero lograr su cometido.
Paso obligado en la vía que une a Santa Marta con Barranquilla, (la Troncal del Caribe), en jurisdicción del municipio de Pueblo Viejo, y habitado por unas 10 mil personas, se encuentra Tasajera en medio de un paisaje hermoso de la Ciénaga grande, el mar Caribe y la Sierra Nevada, contrasta un sitio, al que salen niños barrigones, madres a medio vestir, y adultos desesperados por vender una botella de agua, que caminan descalzos en medio de la inmundicia y el mal olor. Si, la pobreza, el hambre, la desnutrición, el abandono, las pésimas condiciones sanitarias, la carencia de energía, la falta de agua, en un pueblo de pescadores, que encuentran cada vez más difícil su sustento y el de su familia. Situaciones similares a las de Buenaventura, la Guajira, o el Chocó, donde la ausencia del Estado, muestra que a este le quedó grande el país.
Podría decir, que hablo por la herida, después de que parte de mi año Rural obligatorio fue recorriendo cada una de estas poblaciones. Retribuido con cariño por mis pacientes con los frutos de la ciénaga, pescados y mariscos. En ese tiempo, al menos salía de un pueblo pobre, pero contento, que podía comer cuando el banano de rechazo solo tenían que recogerlo en Ciénaga. Usaban el agua que acumulaban, mayormente de las lluvias y la de la misma ciénaga con bajo nivel de contaminación, los hacia ver como individuos fuertes y felices. Pero la energía se agotó, el agua se contaminó cada vez más, el guineo de rechazo tienen que comprarlo, la venta del pescado ha sido cada vez más difícil, con menos rendimiento. La situación obviamente está peor, la bomba estalló, en medio de la pandemia de la COVID-19, y una mortal mezcla con gasolina. Tasajera es ahora, en parte un resultado de la desidia de los gobernantes, de la tolerancia de sus moradores, y una de las grandes iniquidades universales.
Soluciones hay, como las que se deben establecer con sus habitantes en forma pacífica, para cumplir compromisos. Los de la Concesión Ciénaga–Barranquilla, podrían asignar una suma para al mejoramiento de estas poblaciones que nos permiten pasar por su patio.Si es del caso lograr una donación de cada vehículo en tránsito para un fondo de recursos vigilado estrictamente por la misma comunidad, destinado a solucionar los graves problemas y evitar una explosión social de dimensiones universales. Las carreteras deben ser un medio para mejorar la calidad de vida de las gentes, como lo concibieron sus pioneros.
La invitación es para el gobierno nacional, departamental y local, instituciones y personas, que con desinterés ayuden a resarcir el daño histórico ocasionado a una población marcada por la indiferencia. Basta ya de promesas, se necesitan acciones.
alvillan@gmail.com
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