El Heraldo
Opinión

Un tema aburrido

Efectivamente el tema que exponemos hoy a nuestros amables lectores puede parecer aburrido, a simple vista muy simple e insensible, particularmente provinciano, pero para nosotros que ya hemos escrito sobre lo mismo aquí en este espacio en pasadas ocasiones el asunto ha adquirido características de fenómeno social decadente, especie de fotografía de una conducta humana desvalorizada e incivilizada, que muchos estudiosos ya, lo sabemos a ciencia cierta, están analizando con tipicidad científica.

Nos vamos a referir al desconocimiento del costeño al verbo ‘esperar’, que ya no quieren aplicar en ningún momento, bajo ninguna circunstancia y de ninguna modalidad. Al costeño, vamos a referirnos al habitante de Barranquilla –al menos para no hacer la crítica tan extensiva–, se le olvidó que debemos respetar los turnos, las sillas, el ordenamiento de grupos, para de esta manera fluir socialmente de forma más cómoda, sin alteraciones, con mayor rendimiento colectivo.

El fenómeno lo estamos viendo avanzar hacia una histeria colectiva, hacia una competencia donde primero soy yo, segundo yo y tercero yo. Donde no importan las personas que nos anteceden porque nos deben atender enseguida sin pedir permiso, sin solicitar un espacio. Es la máxima expresión de vulgaridad, corronchería y pésima educación. Es la expresión más auténtica de egoísmo, falta de solidaridad social y sobre todo de disciplina cívica que tanta falta nos hace. En el tránsito automotor se llevan por delante todas las normas porque quieren ir de primero siempre, teniendo los taxis y motos la bandera de la imprudencia en los cruces, semáforos, calle de un carril –que quieren convertir de a dos y la de dos convertir en de tres–. Y de remate por supuesto la velocidad, el insulto, la grosería, la violencia.

Si alguien nos está atendiendo en algún mostrador cualquiera, con la mayor frescura se nos cuelan por un costado, interrumpen la información que nos brindan, preguntan a su vez y se estancan tranquilamente a nuestro lado a robar nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestra información. Con la complicidad eterna de la señorita o el señorito que atiende, quien jamás suele decirle al improvisado visitante como debería ser: “Espere por favor, ya lo atiendo después de que termine con el señor”.

El concepto del turno, de la espera, de una fila, de un orden ha desaparecido. En todas las actividades del conglomerado social, los que se creen más vivos, más ‘aviones’, suelen hacer de la rapidez el templo de la desfachatez y la incultura. El fenómeno ya es tema de estudio de centros universitarios que encuentran una faceta sociológica altamente interesante e inquietante, desde luego el aspecto psicológico de la sociabilidad de hoy día influye mucho porque cada día más el ser humano se ve agobiado por las exigencias más difíciles, los trámites más engorrosos, el clima más agobiante, las muchedumbres más presionadas, los espacios más reducidos. Es verdad. Pero no por ello debemos olvidarnos de que a los otros hay que respetarlos y que los derechos nuestros terminan donde comienzan los de las demás personas. ¿Cuándo volvemos a enseñar cívica en los colegios?

 

 

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