El Heraldo
Opinión

Rehabilitación del centro

Son edificios cuya reconstrucción suena mucho más económica que inventarse nuevos barrios en los perímetros externos de Barranquilla.

Leyendo la columna en EL HERALDO de la siempre admirada Katia González, quién tiene una óptica urbana para el siglo XXV, nos hemos acordado de las tres o cuatro columnas que en años pasados hemos divulgado en este mismo espacio sobre este tema de interés público.  Cuando tuvimos la oportunidad de ocupar el primer cargo público de Barranquilla movimos el asunto pero no nos alcanzó el tiempo. No obstante con la misión japonesa en pleno desarrollo de su magnífico programa, alcanzamos a incluir la modernización del centro comercial de Barranquilla y su transformación en el espacio ideal mixto de la mercadotecnia desarrollada hasta la planificación residencial transformada.

Hoy día la doctora González vuelve hablar afortunadamente sobre el tema que es importante plantearlo a todos los estamentos de la ciudad por varias razones pero la más importante es porque la entre las carreas 38 y la 46 y las calles 30 y la 45, están los cimientos de una valiosa política de vivienda para estratos uno a cuatro posiblemente,  al pie, a la mano, al instante, de uno de los sectores con los mejores servicios públicos de la ciudad así planificados hace cien años por los visionario de siempre,  los arqueólogos del  futuro.

Además,  con la enorme ventaja de una estructuración de calles y carreras casi perfecta, con  salidas y entradas hacia los cuatro puntos cardinales, con conexiones de transporte a pocos metros,  con puntos de consumo alimenticio completísimos, farmacias, hospital, clínicas, bancos,  oficinas públicas, en fin,  todo lo que el ciudadano moderno puede necesitar para estatuir un modus vivendi  óptimo que tanto necesita.

Nunca nos hemos explicado por qué se ha desperdiciado la ocasión de que las autoridades de los últimos 10 años en concordancia con el gobierno central, no la buscado la rehabilitación de cerca de ochenta edificios deshabitados,  algunos abandonados, que en una política de vivienda bien planificada, mediante compra podría reformarse, servir, calculamos, de hogar a unas cuatro mil familias.  Son edificios cuya reconstrucción suena mucho más económica que inventarse nuevos barrios en los perímetros externos de Barranquilla, donde había que llevar como ya sucede, todos los servicios a un costo altísimo, cuando en el perímetro del centro los tenemos ya muy bien instalados. Si acaso renovarlos algo o mucho, pero la infraestructura está ahí.

Esta ilusión imaginativa nos nació hace unos años cuando nos llevaron a conocer los mismos fenómenos,  la misma situación pero convertida ya en una realidad rehabilitada en las ciudades de Guayaquil y  Lima. Este último caso es sorprendente. El centro de la capital peruana era un tugurio rodeando de bellísimas edificaciones y  parques donde la informalidad, el desaseo, las ventas ambulantes lo cubrían todo. Cientos de edificios abandonados, los gobiernos de hace treinta años emprendieron la tarea de rehabilitación y hoy día es admirable no solo lo que convirtieron en realmente hermoso, sino que conviven la historia, miles de familias orgullosas y todo a la mano, en la esquina de al lado. Ojalá la actual administración Distrital tan eficiente le apunte a este tema con un consenso de opiniones de los expertos que puedan darnos algunas luces sobre un futuro que es posible no tan lejano.

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