Los buenos y los malos
Aterricemos con diálogos y arreglos que se cumplan pero apartémonos de la falsedad que nos convierte en ridículos.
Lejos estamos de pretender que nuestras reflexiones de hoy se conviertan en un acto de proselitismo o intención vedada de presionar para que la simpatía de nuestros amables lectores se inclinen por cualquiera de las tendencias sociales que estamos presenciando. Pero si aspiramos a seguir, en compañía de otros maravillosos columnistas de este mismo diario y otros nacionales, o revistas serias, que centremos en una simple lógica la verdad auténtica en el fondo de estas situaciones que tienen otra vez, a Colombia en estos días, al borde de un precipicio.
Nos permitimos hacer públicamente los siguientes interrogantes: Primero: ¿Acaso no es un Derecho inalienable que expresemos en una democracia la protesta social mediante marchas y desfiles? ¿No es más que justificable el rechazo inicial colectivo a un proyecto de reforma tributaria que era en esencia un adefesio absolutamente inoportuno? Segundo: ¿Acaso no tienen razón los que salieron a las calles a protestar ante tanta desigualdad social, tantas injusticias económicas, tantos robos por la corrupción, tantas promesas incumplidas en los últimos veinte años de gobiernos mentirosos? Tercero: La mayoría de participantes de las protestas son jóvenes que no superan los veintisiete años. ¿Es presumible que un adolescente de diecisiete años sepa lo que es una Reforma Tributaria o cual es el motivo sociológico por el cual ésta desfilando? No, no lo sabe. Sigue a los amigos, se le convierte en un “Programa” con los “parceros” o la novia, o la novedad del día. O tal vez la manera de salir de casa, del aburrimiento. Son jóvenes en formación en una gran mayoría que ni siquiera entienden la problemática de fondo pero se les anima a distraerse en una manifestación.
Por otro aspecto ya ésta demostrado que los vándalos son reclutados, pagados, adoctrinados, por las fuerzas eternas que animan en muchos países el resentimiento, la pobreza, el desempleo. Pero esas políticas fingidas lo que persiguen es el poder para conseguirlo y después enriquecerse de él. Ya está demostrado. Así, tenemos en el país a las disidencias de la Farc, los Eln, los narcotraficantes, los políticos incrustados en el Congreso con la consigna de envenenar todo procedimiento jurídico limpio venga de donde venga. Todo lo anterior está comprobado hasta la sociedad, pero la Fuerza Pública, la Policía, el Ejercito, los que están entrenados y practican defender nuestras vidas, ellos no pueden equivocarse porque el mundo entero les cae encima señalándolos de atentados contra los Derechos Humanos o criminales que accionaron el arma para asesinar no para evitar que los asesinaran a ellos. Es decir, ellos son los malos y los que asesinan a un capitán con puñal para evitar el robo de un cajero automático, ellos son los buenos, son los redentores y los salvadores del país. ¿Que un Policía se equivoque dispare y alguien muera? Es posible, que se investigue. Y toda una andanada del exterior, de Europa, de las Naciones Unidas que despertó de pronto de su siesta eterna, de varias ONG serviles y parásitas, vienen a reclamarle al gobierno de Duque que por qué permite el atentado contra los que queman buses y destrozan el comercio. ¡Por favor! Dejemos las hipocresías políticas y seguirnos acomodándonos a la ventaja del momento. Aterricemos con diálogos y arreglos que se cumplan pero apartémonos de la falsedad que nos convierte en ridículos.
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