Desde tiempos remotos la historia nos demuestra que la revisión en las cargas de mercancía montadas sobre animales, barcos, trenes, buses o aviones, tenían y tienen la justificación de que se transiten con los permisos y licencias aprobadas o concedidas por los gobiernos. Además de buscar el cumplimiento de medidas tributarias o controles aduaneros de restricciones, servían para hacer un seguimiento a las normas aplicables a la higiene pública y al medio ambiente.
Pero de un tiempo para acá, imposible precisarlo con exactitud, las personas en el mundo entero nos convertimos en un objeto más de revisión en cuanta alcabala resultara por los caminos, en las aduanas y llamados retenes, en los puestos modernamente denominados de inmigración o emigración, en aeropuertos, terminales marítimos y fluviales, y muy intensamente en los recintos donde despachan autobuses que reciben, de otros países o regiones. Este fenómeno es mundial pero también es molesto, discriminatorio, humillante, atentatorio del respeto humano, la dignidad y los derechos civiles de las personas.
Porque en esencia y elementalmente no somos bultos de carga, como tampoco animales escuetos. Somos personas y las personas, así se aliente la difamante historia de que tenemos que ser revisados para evitar el delito, las personas merecemos la aplicación intrínseca de la presunción de inocencia que consagran todos los códigos del mundo. Una sola requisa donde un funcionario te hace quitar los zapatos, te esculca los bolsillos y hace que los desocupes, te agarra las piernas o las nalgas para saber si llevas un bulto sospechoso, ese funcionario está violando tu intimidad, un derecho que todas las constituciones del mundo concentran como uno de los derechos inalienables consagrados en la Declaración de los Derechos Civiles y del Ciudadano, aprobados por la ONU en 1948 por 222 países.
El argumento en contra es que el contrabando de mercancías, de drogas, de sumas altas de dinero, de objetos cortopunzantes, todo ello y mucho más obligan a las revisiones en puertos de salida o entrada.
Es cierto que tenemos que tomar restricciones, pero lo que no se puede seguir aceptando a nivel mundial, y hay que meter de cabeza a Colombia en esta reflexión, es que se vulnere nuestra dignidad humana sometiéndonos a la presunción de que somos unos posibles delincuentes por el simple hecho de viajar de una parte a otra.
La Convención de Ginebra estableció hace más de veinte años la actitud de la requisa, pero con respeto. Hoy no hay respeto. Hoy hay abusos. El tema ya es común y corriente y aceptado con sacrificio con cualquier categoría de viajero, pero aún así es condenable. Una simple columna como esta no va a modificar el mundo, pero si se permite recomendar a la Cancillería colombiana, aterrizada en las magníficas manos del doctor Carlos Holmes Trujillo, que por lo menos impulsen mucho más los controles electrónicos, rayos x, imágenes computarizadas y mejoren o restrinjan el manoseo asfixiante de los encargados de registrar personas.
Más Columnas de Opinión
Depresión hoy en día
Actualmente la depresión según la (OMS) es considerada la primera causa de discapacidad en el mundo. Cerca de 800.000 personas se suicidan anualmente.
La depresión, una afección mental debilitante que afecta a millones de personas en
Corte ratifica que consumo habitual de drogas es causal de divorcio
La Corte Constitucional recibió una demanda contra el Código Civil colombiano en la que se solicitaba eliminar la causal para el divorcio del consumo habitual de drogas con el argumento de que esto era parte del libre desarrollo de la personalid
García Márquez en Barranquilla
Memoria de sus llegadas y salidas, desde 1951 hasta nuestros días  
El desempleo
"Para la muestra un botón" dice el adagio popular... Enrique, amigo cordial de 60 años, ingeniero civil, habitante de estrato 4, nos relató hace unos días en un magnífico encuentro después de varios años que estaba desempleado hace dos año