El Heraldo
Opinión

La mendicidad

Nos agobia pensar que los gobiernos no tienen la suficiencia económica para solventar esta situación que hoy día a día en Barranquilla está más grave aún.  No hay medios y si los hay los que sabemos se los roban, Ya sabemos quienes son y siguen robando porque ese es su oficio. 

Los griegos le temían, el indigente era recogido de las calles y los solares para darles comida y refugio. Así lo expresó Sófocles y lo tradujo en sus comedias o tragedias. Siglos después el mismo Gahndi le apostó a hacerle la crítica dura e implacable y no hace mucho tiempo la mayor preocupación lindado con lo obsesivo llevó a Winston Churchill a determinar que en plena destrucción de Londres por la Fuerza Aérea Alemana primero socorrieron a los mendigos antes que recoger escombros. Pero la vida en el mundo entero no ha podido desaparecer jamás, la mendicidad, con la lacra de los egoísmos humanos, de la desigualdad social, de las injusticias y del desnivel económico de continentes y subcontinentes.

Hace unos meses un amigo nos relató que estuvo haciendo un periplo de estudios, en plena pandemia por países asiáticos y vio el horror de la mendicidad en la India y ninguna en una calle o callejón de Arabia Saudita. La desigualdad siempre. Nos relató que cuando entregó una limosna a discapacitado en Delhi este se arrodilló y le besó los pies. Es decir los zapatos. En Colombia el escenario es el mismo, más después de la Pandemia a pesar de que no hemos salido de ella pero igual antes y ahora está peor. Y lo está porque el hambre subió escalones, la falta de trabajo aumentó informalmente y engaña a los estadísticos que afirman sin mucho sustento que el 20% de los hogares de nuestro país no comen alimentos tres veces al día. Están equivocados: El porcentaje es 38% confirmado, no ocultado. La mendicidad a veces se hereda y es un estilo de vida de tradición familiar. El vicio lo acentúa. Las enfermedades también. El olvido social, el abandono, la repulsa, el destierro urbano.

Hay gente que jamás sale de este estado. Hay otros que mentalmente son y quieren ser mendigos. Piden la limosna, ya se acostumbraron y no saben hacer otra cosa. No tienen educación, poco se alimentan, menos cubrimiento de salud. Viven debajo de los puentes o en cambuches que arman con tablas y piedras. A veces, en otras veces ni eso.
Pero martiriza en nuestra ciudad, igual que en toda Colombia las esquinas llenas de mendigos suplicando una moneda o un alimento. Se nos aprieta el corazón y nos entristece no tener los medios y los modos para meterlos a todos en camiones y llevarlos a un refugio con camas y comidas. Y con agua. Y con esperanzas, con ilusiones, con sentido de vida, que se den cuenta que están vivos.

Nos agobia pensar que los gobiernos no tienen la suficiencia económica para solventar esta situación que hoy día a día en Barranquilla está más grave aún.  No hay medios y si los hay los que sabemos se los roban, Ya sabemos quienes son y siguen robando porque ese es su oficio. Mientras tanto los que piden en las esquinas no roban porque ni siquiera eso les enseñaron. 

Casi todos pero hay excepciones.  EI hambre busca el delito. La situación va a empeorar y debemos llenarnos de mucha caridad para tratar de ayudar.  A veces pensamos que si cada ciudadano que tiene con qué comer al día tres veces entregará una moneda de mil pesos diarios a aquellos que en la calle estiran la mano, en algo, un porcentaje pequeño,  podríamos contribuir a que tuviesen por lo menos una sola comidita al día. No comida entera sino comidita.

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