Hace pocos días se celebró en el Centro de Convenciones Puerta de Oro de esta ciudad la Feria Internacional del libro de Barranquilla, Libraq, con extraordinario éxito, sorprendente, fruto de una iniciativa de la Gobernación del Atlántico y la Alcaldía de la ciudad, a lo cual se sumó con gran aporte la Universidad del Norte, organizándola la Cámara de Comercio y Corferias. Aun cuando no se registran a la firma de esta columna estadísticas sobre la asistencia, se calcula que más de cien mil personas la visitaron.
Fue exitoso el listado seleccionado de alcurnia de los conferencistas, con lleno completo. La organización estupenda, la respuesta de editoriales y librerías magnífico, y se puede decir con evidente satisfacción que el parqueadero mismo fue totalmente insuficiente para la congestión de vehículos requiriéndolo. Hasta los niños tuvieron sus espacios, muy acertado, para que desde temprana edad se vayan acostumbrando al texto, al libro propiamente dicho, al tacto presumiblemente lúdico que produce manosear con afecto una obra de interés que nos llama la atención.
Para ser la primera vez que la ciudad presenta una feria de esta naturaleza, el éxito es absoluto y desde ya, suponemos, se debe establecer como un acto cultural anual altamente competitivo, de una sostenibilidad exigente para un público ávido que respondió: ¿Por qué respondió? Porque Barranquilla necesitada un espacio como este donde mayores y menores, personas de todas las características, se encontraron por primera vez frente a una línea auténticamente rica en ciencias, historia, academia, literatura y arte, entre otras delicias de los textos escritos.
Pero algo singular nos llamó de nuevo la atención: la cantidad de jóvenes de colegio, universitarios, que se acercaron a la Feria y a quienes se les notaba el entusiasmo, diríamos que el apasionamiento ante aquella riqueza cultural. Entonces, ¿dónde queda la especie bastante circulada en el interior del país de que a la juventud costeña no le gusta leer? A nuestro parecer queda desvirtuada esta especie con la asistencia juvenil a los eventos. Lo que sucede es que hay en esta juventud de hoy, en la costeña y en el mundo, dos enemigos pasivos de la lectura física de un texto para la juventud: el internet y el costo de los libros expuestos.
Si internet es el reemplazo del libro físico. Sin costo alguno. Un click rápido basta para conectar al usuario a ese universo que se puede encontrar en un libro de cien o más páginas. Se lee sobre una pantalla y no sobre papel. No hay deterioro del tiempo, no hay que buscar espacios de almacenamiento y el placer de los estantes repletos se reemplaza por la celeridad, lo práctico, lo esencial.
El costo de los libros debe ser reestudiado por editoriales y librerías. Sabemos que este tema es difícil por la comercialización y sus intrínsecos valores, pero para una feria debe hacerse un esquema de costos excepcionales, diferentes al alcance de un promedio de personas que pueden potencialmente adquirir una obra. No se trata de exponer a pérdida, se busca evitar la abstención del rechazo, porque sencillamente no le alcanzó el dinero. Son reflexiones constructivas para edificar al futuro, mientras tanto felicitamos a todos los que hicieron posible este magnífico regalo para la mente y el espíritu.
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