Adiós a Electricaribe
En nuestras mentes se cultiva el recuerdo de esa pésima atención al público.
Muchos de nuestros amables lectores se preguntaran a estas alturas porque este columnista se decide a mencionar el tema de Electricaribe después de una iniciación el primero de octubre del presente año. Quizás un poco tardía, pensarán. Pero la explicación está en que no vamos a referirnos a la parte operativa de la nefasta empresa, a su servicio técnicamente hablando, lo cual fue en el momento muy bien disertado por brillantes columnistas y editorializado en este periódico de una forma altamente positiva. Queremos hoy subrayar aún más y profundamente el impacto humano tan desgarrador que vivimos los costeños durante más de quince años, esa humillación permanente, esa falta de respeto a las personas, a los usuarios, que arrinconó a toda una región en la impotencia, en la incertidumbre, en la tristeza, ahogados, estrangulados en sus ineficientes economías y flujos de caja domésticos al no poder pagar los robos descarados de la empresa.
Ese drama humano que queremos dejar resaltado para la historia agregándolo a los miles de testimonios que ya se han expresado al respecto, tiene el propósito de dejar para la historia el recuerdo de la indolencia centralista de gobiernos que prometieron y nunca cumplieron y que se caracterizaron por la desatención a los servicios básicos pagados a los cuales tenían y tienen derecho los habitantes de una comarca. Es que esta clase de dramas humanos como los describe Bertrand Russell en sus dramáticas obras, no son cuentos de fantasía que pasan y se los lleva el viento. No, cuantas miles de familia no fueron torturadas por años con ese recibo escandaloso compendio del hurto descarado que los sacrificaría y condenaba a la oscuridad. ¿Recuerdan el caso de Eduardo Carbonell Insignares, benemérito varón político y cívico que prefirió un día apagar la luz de su residencia y nunca más encenderla hasta morir para no utilizar la energía ratera ante la negativa a estudiar su caso de la operadora mencionada? ¿Cuántos electrodomésticos, por miles más perdieron en los hogares por los apagones sin explicación pero con la verdad de fondo de la falta de mantenimiento? ¿Cuántos millones no se robaron en la funesta empresa sacados de los subsidios o reservas que por Ley ellos debían mantener como apoyo a los estratos más bajos económicamente y que desaparecieron como por encanto cuando debía haberse destinados al mantenimiento de redes?
En nuestras mentes se cultiva el recuerdo de esa pésima atención al público que por décadas se le concedía a los quejantes cuando se acercaban a las oficinas de Electricaribe, a exigir pocas veces y a suplicar en muchas ocasiones, para arreglar un exceso en la factura que nunca se solucionaba o pedir una revisión que una cuadrilla más inepta y ladrona aun dejaba inconclusa. Nosotros profesionalmente asumimos la defensa de varios casos ante oficinas y funcionarios de empresas castigadas sin piedad por los abusos y aun cuando reconocemos que hubo especialmente damas que intentaban encontrar soluciones amablemente, la verdad es que la mayoría se estructuraron dentro del prototipo de la arrogancia, la altanería, el despotismo y el desprecio. ¿Cómo olvidar todo esto? ¿Y qué hacemos con el apagón a las siete de la mañana del primero de octubre de este año cuando se inauguraba el nuevo concesionario? ¿Cómo será el futuro? ya los costeños no creemos en nada, quedamos curados por siempre.
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