A mediados de año, un amigo me regaló el libro de Manuel Vilas, Ordesa. “Léelo”, casi me ordenó. Pero no lo hice. Estaba tan absorto en la investigación de mi nueva novela, que puse Ordesa a la cabeza de la torre de “Libros por leer”. Estos últimos años mi ritmo de lectura ha disminuido y cada vez se apilan más esperando su turno. Pero no hay plazo que no se venza y finalmente eché mano de Ordesa justo al tiempo en que en los listados españoles de los mejores libros del año ocupa el primer lugar.
Y sí: es de lo mejor que he leído este año. Tiene algo en común con la mejor que leí en 2017: Stoner. Más allá de la estructura, la prosa, el lenguaje y el tono de cada una, ambas cuentan la historia de una persona común y corriente a la que no le ocurre nada especial. No hay tragedia, no hay muerto, no hay intriga y el sexo está apenas insinuado.
Ordesa es autobiográfica y narra una verdad que tiene más que ver con dolor y soledad que con goce y placer. Vilas creció en un hogar de clase media baja en un pueblo perdido en España, junto a unos padres que pagaron su educación, su comida y su ropa, pero siempre se desentendieron de él. Es decir, fue abandonado en su propia casa. Pronto él también se desentendió de sí mismo porque ese abandono y la soledad se volvieron su segunda piel. Pero la infancia es la etapa de la lucidez y cuanto en ella sucede queda para siempre, para bien o para mal.
Vilas escribe Ordesa con 50 años. Está divorciado, vive solitario en un apartamento sin gracia, es alcohólico y tiene dos hijos adolescentes que a veces lo visitan y cuando lo hacen se aburren de su compañía. Los chicos crecieron con su madre y lo tratan como si fuera un mueble más.
La escritura es también un acto reparativo. Vilas busca acercarse en Ordesa tanto a sus padres como a sus hijos, solo que sus padres murieron hace más de diez años, la imagen que tiene de ambos está cubierta de nostalgia y el dolor ha sido embellecido. De modo que en lugar de rabia, gritadera y rémora, Vilas escribe con amor. Con muchísimo amor. Porque al final es esto: Ordesa es una historia de amor escrita con un ritmo que arrulla y una poética desbordada.
La novela narra al tiempo lo que significó para Vilas crecer en un país en crisis, desesperado, con la promesa de la opulencia y del “gaste más dinero para que esto pueda cambiar”. Eso, en cambio, lo cuenta con rabia porque España es en gran parte la culpable de lo que vivieron él, sus padres y sus hijos. Buena parte de lo que enrostra a su país es similar a la de un ciudadano común y corriente en Colombia. Hay en esto una gran identidad con nuestra tragedia nacional.
En momentos en que el odio, la mentira y el fanatismo se salieron de cauce, y a pesar de la tristeza, crudeza y dolor que cubre a esta novela, viene bien una historia de amor. Del amor de un hijo por sus padres y por sus hijos, pero ante todo de amor por la vida misma.
PD: 1. Y si aún no ha leído Stoner, ¿qué espera?
2. ¡Feliz Navidad!
@sanchezbaute
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