“¿Qué pasó con la Costa?”, preguntó López Michelsen tras su derrota en 1982, una pregunta que se repitió la semana pasada con los resultados de la Consulta Anticorrupción. Más allá de aventurar posibles respuestas, y más allá también de esta Consulta, a partir de esta pregunta surgen otras. ¿Por qué tanto desinterés en participar en la discusión nacional? Y también: “¿Por qué nuestros dirigentes políticos no trascienden del éxito electoral regional a la conducción de los destinos de Colombia?”.
Esta es justo la pregunta que abre el ensayo de Adolfo Meisel Roca, rector de la Universidad del Norte, El liderazgo y el futuro del Caribe colombiano. En este librito de la Colección Roble Amarillo que de tiempo atrás edita UniNorte (librito por su tamaño no por su contenido), Meisel hace un breve recuento de lo que ha sido y significado este liderazgo. Publicado hace un par de semanas, se trata de uno de esos textos que llegan en el momento preciso, no tanto para responder preguntas como para contribuir en la discusión.
A pesar de su brevedad, el texto abunda en información sobre la pérdida de poder de lo regional en lo nacional, así como sobre los presidentes y ministros que nacieron en esta Región, deteniéndose en los de Hacienda y Relaciones Exteriores. Es sintomático que a lo largo del siglo XX la Costa no tuvo ni un solo Ministro de Hacienda, por ejemplo, lo que da mayor relieve a la llegada de un joven vallenato a su Viceministerio.
El nombre de Luis Rodríguez, un muchacho juicioso que se ha abierto camino por sí solo, se suma al de otros jóvenes de la Región que comienzan a abrirse paso en el manejo nacional de la cosa pública; jóvenes estudiosos que se deben más a su pasión y responsabilidad que al respaldo de las roscas o los apellidos tradicionales de la política regional. Es prematuro advertir desde ahora qué tanto vayan a defender los intereses de la Costa, por lo que no está de más recordarles que están ahí por mérito propio pero también por la Región que representan (así que ojo con el tema Electricaribe).
Parte del problema de la falta de liderazgo del Caribe es, precisamente, anteponer los intereses personales, razón por la que nuestros políticos se pierden en el camino: olvidan que como equipo suman, pero individualmente no son más que lluvia de verano. En este sentido hay un dato en el libro de Meisel que llama mucho la atención: Cartagena y Popayán fueron dos de las tres ciudades más poderosas del país antes de que Cauca fuera dividido en trece departamentos y Bolívar en tres, lo cual no fue gratuito.
La política de departamentalización viene de tiempos de Rafael Reyes y se adelantó de manera sistemática con el único fin de restarle influencia política a la periferia: entre más departamentos, cada uno peleando por lo suyo, más poder tiene el gobierno central. El centralismo del que tanto nos quejamos ayudamos a consolidarlo entre todos desde las regiones. Ojalá los jóvenes líderes lo tengan presente y, en lugar de estancarse en lo de siempre, lo superen.
@sanchezbaute
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