
Una pantalla de distancia
Concebir un mundo estático y de relaciones construidas a distancia va en vía contraria a por lo menos 6 siglos de evolución del pensamiento.
Disparado exponencialmente por la pandemia, el relacionarnos a “una pantalla de distancia” está a pocos like de convertirse, si no lo es ya, en medida estandarizada de relacionamiento social.
Redes sociales y aplicaciones de todo tipo llegaron para reemplazar la presencia material por la virtual, el vestido entero por la camisa por fuera del pantalón de la pijama, y hasta la oficina de lujoso decorado por el estante de libros como fondo en el plano de la selfie. Y eso si se activa la cámara, que a veces no pasa, y que motiva no pocas angustias ante la imposibilidad de saber si hay alguien de verdad al otro lado.
Esa pantalla como medida ha servido también para desacralizar la tradicional y hasta ahora no discutida necesidad de presencialidad en ciertos momentos que, como ya hemos experimentado, no la requerían tanto. De hecho, el tiempo invertido en desplazarse de un sitio a otro que en la pantalla se disminuye a cero ha podido destinarse a otros menesteres. Menos viajes, menos contaminación, menos preámbulos. Punto para la pantalla.
Sin embargo, cierto es que ese tiempo del desplazamiento lo era igual de posible al descanso, preparación o mero desconectar; todos procesos igualmente necesarios para la salud mental en un entorno tan hostil para la misma como el nuestro. De hecho, y me permito hablar en primera persona, no pocas veces extraño esos metros o cuadras que tocaba recorrer de un sitio a otro; ahora reemplazados por el enlace del Zoom, el Meet o cualquier otra herramienta de similares condiciones.
Esa pantalla como distancia se alinea con el carácter (casi) ubicuo del maremágnum de datos que nos llegan y agobian, tanto por la cantidad y velocidad con que aparecen como por la discutible calidad de los filtros que poco los decantan.
Retomando un concepto citado en este mismo espacio, la “infoxicación” es pandemia antes de la pandemia, con claros indicios de volverse crónica y mutar a formas más resistentes. La vacuna está, o se supone está, en el conocimiento, ese mismo que también la pantalla de distancia ha acercado y permitido en situaciones antes impensables.
Claro es que ese acceso igualmente debe revisarse, compararse y evaluarse; precisamente para evitar que con ropajes de verdad se cuelen discutibles versiones. Ni tanto ni tan poco. Dudar nunca está de más, y menos en un contexto como el nuestro.
Como intento de afanada conclusión, la pantalla como distancia estaba allí, la notamos más ahora y llegó para quedarse. Faltará por ver si en realidad viene a reemplazar como medida la separación física entre dos o más seres humanos en un mismo espacio. Quisiera creer que no será así para darle aún el beneficio de la magia a la mirada cómplice, al gesto y, sobre todo, al movimiento. Concebir un mundo estático y de relaciones construidas a distancia va en vía contraria a por lo menos 6 siglos de evolución del pensamiento. A las pantallas las necesitamos, pero a los demás también. Ya veremos, aunque no sepamos dónde.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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